domingo, 26 de enero de 2025

El último sueño

 

Marchito el aroma del último sueño

sin que abrir pudiera los pétalos blancos

de una persistente y antigua ilusión,

nada queda ya por vivir o soñar

si no es acudir cada fría tarde

a contemplar ebrio el gélido abrazo

de este sol sin brillo, mohíno y cansado

con el horizonte que un día tanto amé.

 

Siluetas de chopos bailando cadencias

con un viento helado llegado del Norte

en las frías tardes de este insulso enero,

es toda la vida que hay dentro de mí.

 

Y en las noches lilas cuajadas de estrellas,

de luces lejanas, de esperanzas muertas,

buscaré el sendero que lleva hasta el huerto

donde los olivos esperan pacientes

a que se repita la noche más larga

frente a un cáliz pleno de lunas amargas,

las mismas que luego partirán calladas 

a esconder sus brillos tras de las montañas

donde tú suspiras pero no es por mí.

 

Llegarán voraces los crudos recuerdos

a morderme el alma con sus desvaríos

y traerán con ellos cual dardos punzantes

destellos de risas, de voces, de besos

revolviendo el aire de aquellas mañanas

en que el sol llenaba de gozo la tierra

como en una danza infinita y eterna

sin planes ni fecha de caducidad.  

 

Sólo el brillo infame de sus ojos negros

movía los hilos de un tiempo sin horas

que lento fluía entre ella y mi sueño

como un río de niebla mojando las hojas

de ese bosque antiguo que creció en mi alma

tras años de espera y con la fe del monje

que sabe que el cielo le aguarda paciente

tras toda una vida de ayuno y renuncia

de espaldas al mundo y a la realidad.

 

Marchito el aroma del último sueño,

sólo queda ya el regusto amargo

de un tiempo remoto, sin rostro, sin horas…

de un tiempo en que todo parecía posible

 y que sin embargo en nada quedó.