lunes, 26 de noviembre de 2018

Espejismo




Llegaste a mi vida desde el desamparo
de un mundo sin alma que ataba tus manos,
venías sonriendo, con miedo en los ojos,
buscando el calor que abriera tus alas.

Creíste que yo podría ser la llama
que obrara el milagro de tu eterno vuelo,
pero no sabías que el frío de mi alma
era aún más frío que el gélido hielo.

Te acogí a mi sombra sin un plan previsto,
sin pena ni gloria, sin táctica alguna.
Pasaron los días y no cambió nada,
tan solo dejé de hablar con la Luna.

Pues eran tus ojos los que me alumbraban
en noches oscuras de lluvia, de viento
y era tu belleza de diosa cercana
la que me llenaba de gozo por dentro.

Celebré el triunfo sin triunfar en nada,
por el solo hecho de verte a mi lado.
Creí que la vida me daba un abrazo,
que era de justicia lo que fue un milagro.

Nadie me engañó, me engañé yo solo,
porque obvié tus ojos abiertos a un sueño,
porque no besé tus labios rosados,
porque nunca, nunca te dije “te quiero”…