viernes, 22 de agosto de 2025

Desde la terraza ( VII )

 

        

  Agosto

 

Agosto. Calor intenso.
 
La tarde se acurruca y se relaja de tanto sofoco,
se acomoda y dormita sobre los tejados de la ciudad desierta,
sobre las verdes copas de los chopos que viven junto al río,
sobre un valle poblado ya de sombras y de sueños.
 
Termina otro día de intenso calor
donde la vida se limita a estar más que a ser.
Hasta que el tiempo quiera.
 

Al anochecer,
una brisa suave, apenas beso,
va dejando caricias encendidas por entre la enramada de jazmines 
que se abraza a los muros
de la vetusta Torre de los Púlpitos.
 

Un cielo perfectamente limpio
de nubes y de estelas invasoras,
me sonríe feliz.
 
La tarde se nos muere poco a poco
con suaves espasmos de mortecina luz.
En sus labios de dama distinguida,
una sonrisa franca  -casi eterna-
se dibuja entre trazos violáceos y malvas


Sonríe porque sabe de su pronta resurrección.
Mañana, muy temprano, regresará a la vida con carita de niña, 
sonrosada de soles y de auroras.
Regresará feliz con su traje nuevo de doncella del alba
para regalarnos un nuevo día.


Ella, la tarde, que se sabe inmortal,
que no morirá nunca para siempre.
Si acaso, tan solo unas horas durante la noche
para renovar fuerzas
y así volver lozana y deslumbrante a regalarnos vida
 
Dichosa ella.
Y dichosos nosotros por poder disfrutar de un nuevo día.
Otro más de los que nos tiene asignado el destino.