lunes, 14 de octubre de 2013

Poeta de invierno






A ti mujer, que sufres, que te ahoga
 la soledad del pueblo.
A ti que, en veinte años, apenas conociste
qué hay más allá del río.
A ti, que te rebelas, por amor,
contra tu raza fría…
te escribo,
-recordando tus ojos,-
 estos versos de invierno.

Él llegará a tu vida
una tarde cualquiera de verano.
Te hablará de ciudades
que hay más allá del río.
Te dirá que tus ojos
son dos lagos turquesas, muy serenos.
Que tu pelo, tan negro,
dulce noche cuajada de luceros.
Que tu piel sonrosada
es tan sólo el reflejo
de un feliz corazón enamorado…
¡Te dirá tantas cosas!

Te amará con la aurora y,
después,
una tarde de bodas,
te llevará con él.

Por los caminos de tu infancia y la mía,
os marcharéis del pueblo.

Tú,
feliz, renovada, como el viento.
Él,
tu amor de verano.
Yo,
tu poeta de invierno.


                  
NOTA: Este poema, al que tengo un cariño muy especial a pesar de no ser gran cosa como poema, lo escribí hace ya muchos años (fue uno de los primeros). Era aún adolescente cuando tuve que dejar el pueblo para irme a estudiar bachillerato a la ciudad donde terminé viviendo y desde allí me acordaba a diario de su sonrisa. Y, aunque sabía que nuestras vidas iban a seguir caminos muy diferentes, aún pasaría mucho tiempo antes de poder olvidarla, aunque, si he de ser sincero, eso no ocurrió nunca del todo. Por eso, en una tarde de intensa lluvia, durante una aburrida clase de historia, surgió el poema.