lunes, 12 de agosto de 2024

Este extraño verano de silencios y cantos de sirena

 

          Amanece.

El alba se sonroja.

Inhalo el nuevo día que me llega

con un intenso aroma de magnolias.

La aurora hace su magia

y extiende sobre el parque desierto y taciturno

un soleado manto de esperanza

que se dejó olvidado la noche, para mí.

En el aire, dádivas de ternura para el alma,

cansada de morir.

 

Mediodía.

El sol, desde lo alto, nos vigila.

Incendia las ideas.

Y me da por pensar cosas extrañas...

¿Es el amor más dulce que el olvido?

¿Será la vida sólo un breve desvelo sin sentido

entre dos largos sueños de imperturbable paz?

Mediodía, silencio.

Mediodía, calor, abulia, siesta,

piel húmeda, pereza

incluso de existir, de ser persona...


A la tarde, las petunias dormitan y descansan

de su orgía con el sol.

Y una brisa, oculta todo el día,

asusta, de repente, a dos zorzales

que buscaban semillas entre el césped.

El alma se serena.

La tarde nos rodea con sus brazos

de madura y experta cortesana en busca de consuelo. 

Las palabras comienzan a surgir

para un triste poema de besos y nostalgias.

Para un fugaz poema

que se irá con el viento, como siempre,

en busca de tus ojos.


La noche me fascina,

desde niño.

¡Es tan bella la palabra crepúsculo!

¡Se ve tan insondable, tan secreta!

La noche se me antoja

una oculta utopía de la vida,

un fecundo vacío

capaz de las proezas más sublimes.

La lágrima postrera del dios Zeus

tras crear el Olimpo.

Es por eso, tal vez, que en la noche me pierdo

con frecuencia,

entre dulces delirios de grandeza

o entre lánguidas notas seductoras

de cantos de sirena.

                                               2020

                                                

                                  (Poema reeditado y mejorado…creo)