domingo, 6 de octubre de 2013

Soneto XLVII (Culpa fue de ese viento marinero)










Culpa fue de ese viento marinero:
de repente elevó tu corta falda
que voló hasta la base de tu espalda
y dejó al descubierto el mundo entero.

Iba yo, caminante pasajero,
observando  la mar verde esmeralda
pero al ver la traviesa minifalda
se nubló mi razón y casi muero.

Fue tanta la elegancia de ese vuelo
inundando de sueños la mañana,
que también yo volé buscando el cielo.

Y es que al ver tu belleza tan cercana,
mi floja piel, ya fría como el hielo,
se mudó en tibia piel, tersa y lozana.