sábado, 2 de abril de 2016

Mariposas






Pasaron por mi vida
como las mariposas:
en un vuelo fugaz,
sin detenerse apenas
a oír mi corazón
de amante desolado.
Mas, cuando se marchaban,
lejos ya de sus alas,
todo era silencio
y me envolvía la noche
con su manto siniestro
de pálidas estrellas

Algunas eran blancas,
llegaban limpias, puras
a mi sed milenaria.
Me dejaban sonrisas,
envolventes miradas
y un candor tan patente
que saciaban mis ansias
con solo contemplarlas.

Otras llegaron solas,
perdidas, apenadas,
huyendo de otros brazos.
Buscaban mi calor
de hombre comprensivo
y honesto. Me contaban
sus penas entre llantos
y yo, las consolaba
ofreciendo mi hombro
para secar sus lágrimas.
Más tarde, ya repuestas,
emprendían el vuelo
en busca de los brazos
que antaño despreciaban.

Y un día de primavera
llegó la más hermosa,
la menos esperada:
mariposa infeliz,
solitaria y errante
huyendo de sus miedos.
Traía nieve en su vuelo
y fuego en su mirada..
Polilla generosa
que todo me entregaba
sin pedir nada a cambio.
Ella me hizo sentir
que el mundo no es tan malo
como yo imaginaba.

Un tarde invierno
cuando el viento azotaba
nuestros cuerpos cansados,
una ráfaga helada
me apartó de su lado,
me arrastró tras las huellas
de un sueño peregrino.
Me olvidé de sus alas,
de su aura de luz
y la dejé perdida
en mitad de la noche.
Una intensa nevada
puso un vestido blanco
a su nuevo fracaso.
Supe que me lloraba.

Hoy me hiere el recuerdo
de sus ojos abiertos
en cada madrugada.
Mariposa infeliz…
¡nunca otra mariposa
fustigó así mi alma!