martes, 16 de abril de 2024

Dragones en la niebla

 


Nunca es tarde para delinquir,
para robar(te) a trozos los fracasos
que has ido acumulando mientras dormías
 plácidamente
delante de las bocas de aquel dragón antiguo
 de múltiples cabezas
 que (sólo a ti) te parecía de piedra.
 
Pero, en cada rugido de sus bocas,
con cada llamarada,
impregnaban el aire de un humo tan espeso
 que volvían invisible el camino correcto
 y te hacían caminar sin sospecharlo
por errados senderos
 mientras, a un lado y al otro de la senda,
 florecía la jocosa primavera.
 
Nunca es tarde para comprender que,
desde el mismo día en que llegamos a este mundo,
hay alguien  (siempre hay alguien)
que nos lleva las riendas,
que nos coloca vendas en los ojos
y nos obliga a caminar por la senda trazada de antemano
para impedirnos pensar en lo que somos
y en lo que podríamos llegar a ser
sin las normas impuestas a medida
de los mismos dragones que mirabas
en cada despertar de tus orígenes
creyendo que eran sólo
estatuas de piedra.


Empezar a despejar la niebla,
a desgranar negruras,
es empezar a saber más de ti.
Que, si bien te conoces,
si logras aprenderte de memoria
el intrincado mapa de tu alma,
verás como la niebla se disipa,
cómo va levantando la mañana.
 
Cómo comenzará a fluir serenamente
por praderas de saúcos y lirios amarillos,
el caudaloso y fértil río de tu vida.