viernes, 13 de julio de 2018

¿Educación?





  
Me hicieron aprender los nombres de los reyes godos , de los hijos de Jacob, de las montañas más lejanas y de los ríos más largos y caudalosos del mundo, pero nadie me enseñó los nombres de los pájaros o de las flores que me encontraba cada mañana camino de la escuela.

Me hicieron aprender los nombres de los héroes de la patria vencedores en mil batallas contra el enemigo, pero nadie me dijo que en el otro bando también existieron los héroes.

Me obligaron a memorizar las fechas de mil batallas pero no me enseñaron que la fecha más importante para mí sería aquella en la que un día encontraría el amor.

Me educaron en lo conveniente y en lo superfluo y se olvidaron de lo fundamental. Y ahora todos se extrañan de mi actitud rebelde ante las normas sociales o ante la religión y me llaman por ello radical y hasta antisistema. Pero, ¿existe algo más radical que educar a un niño con la única intención de integrarlo en un sistema que es el que conviene a la clase dominante del momento?

El daño social de una educación tendenciosa, sea el sistema político totalitario o no, no sólo dura lo que dure la correspondiente legislatura, sino que sigue estando latente de por vida en las ideas de los individuos que la sufrieron y, por tanto, en la sociedad que esos individuos forman. Tal es el poder de la educación en la infancia. El hombre solamente alcanzará la categoría de ser libre cuando la educación que reciba lo sea también y para ello es imprescindible que esa educación esté desligada del sistema que la lleva a cabo, misión harto difícil conociendo los antecedentes, pero nunca imposible.