sábado, 7 de enero de 2017

Aquella muchacha de dulce mirar


Fotografía de Tkliwi Nihilisci


Siempre estará el verano
prendido en su sonrisa.

Soportaba los días
con impaciente calma
esperando las noches
porque ellas me traían
su plácida mirada
que buscaba la mía
para romper distancias.

¡Nenúfar seductor
decorando el remanso
del río de la gente
que anegaba el paseo!

                        Miradas como estrellas
                        que incendiaban la noche:
                        sólo eso…¡y fue tanto!

¡Casi no te sabía
y lucías en mi cielo
como Venus al alba!

Tú eras lluvia de mayo
para mis ilusiones
de náufrago en arenas
transitando desiertos
en busca de vergeles.

 ¡Niña de ígneos ojos
que eclipsaban la luz
de todo un firmamento!

Si mi sed arreciaba
en mitad de la nada,
escribía tu nombre
en un papel sin alma
y un fresco manantial
brotaba a borbotones
de mi fértil nostalgia,
saciando mi estiaje.

Una vez, entre lirios,
me acerqué tembloroso
a tu cuerpo de diosa.
Me dejaste rozarlo
y al tocar tu cintura
descubrí que la gloria
es un lugar que existe
también aquí, en la tierra.

Ahora, ¡sólo recuerdos
que afloran sin permiso
de mi terca memoria! 

¡Qué pena conocerte
con sólo quince años
 y toda una existencia
 en impaciente espera
 detrás de las montañas!

¡Ella me llevó lejos
de tu boca encarnada!