jueves, 7 de noviembre de 2019

El arroyo




Eran aquellas unas primaveras de lluvias generosas que inundaban los valles arrastrando monte abajo las cicatrices que se dejó en la tierra la aridez del invierno. Apenas caían las primeras gotas, se formaban hilillos de agua negra que arrastraban la mugre acumulada durante meses en la tierra baldía. Enseguida esos hilillos se juntaban con otros para crecer y descender laderas en forma de regatos alocados que, cual adolescentes fogosos, arrastraban hacia el valle piedras, ramas y matojos ya resecos con los que erosionaban el suelo hasta conseguir encajonar el torrente en un cauce a la medida.
                            
Cuando los regatos llegaban al valle, se unían al padre arroyo que bajaba del norte brincando entre peñascos o deslizándose por suaves desniveles alfombrados de pequeños y blanquísimos cantos rodados. Bajaba aportando al espectáculo de la primavera su propia banda sonora, una cantarina y monótona melodía de dulce sonsonete con arreglos de espuma.

En sus riberas, el trébol extendía retales verdes junto a los serios juncos que, en espigados ramilletes, balanceaban sus escuálidos tallos al compás de la música del agua, hasta conseguir mirarse, presumidos y coquetos, en el espejo del río. Delicadas matas de poleo, de presta, de hierbabuena, bañaban sus raíces en la tierra húmeda de las orillas mientras saturaban el aire con aromas mentolados. Y, en mitad del arroyo, allá donde la corriente se hacía balsa serena, algún nenúfar de flores amarillas jugaba a reposar su bella levedad.

Más adelante, cuando el desnivel del terreno se convertía en pendiente, como en una loca carrera, el agua tornaba a saltar con fuerza por encima de los peñascos redondos con su desbordante alegría de río joven  para caer después formando delicadas cortinas, tan delgadas, que se podía ver a través de ellas el verdor oscuro y misterioso de los musgos asidos a la piedra. Luego, como en una explosión de perlas, estallaba en mil gotitas, mil diamantes transparentes y juguetones acicalados con destellos irisados que pintaba en ellos el sol del mediodía.

Aquellas mañanas de las primaveras de mi infancia junto al arroyo, dejaron en mí un recuerdo tan intenso, con un sabor tan dulce a naturaleza en estado puro que, en más de una ocasión, me ha servido para atemperar el ardor de las heridas que me han ido dejando en el alma, a lo largo de los años, las diarias y resecas batallas por la vida.




lunes, 21 de octubre de 2019

Polilla






Sí, fui yo, loco de celos locos,
quien corrió tras el fuego de tu boca
sin ver que me estrellaba cual polilla
contra la infame luz de tu mirada
lejana ya de mi, turbia y esquiva.

O tal vez no fui yo,
tal vez fuera la luna que, al bañarme
con su chorro de luz pálida y fría,
incendiaba mis ansias de abrazarte
arrullando con nanas mi ternura
cuando el sueño de tu piel me arropaba
en las noche más tristes y vacías.


sábado, 22 de junio de 2019

Vuelos



Vista nocturna del Sacromonte y,al fondo, el Albaicín (Granada).(Foto propia)





Si no vivieras tú en mi terca memoria
manteniendo la llama de mis sueños más locos,
sería más libre, sí, pero menos juglar.

Si aquel volar de entonces
hubiese sido un vuelo alto y definitivo
tras el morir intenso de tus ansias de besos
y no el vuelo fugaz, vacilante y rastrero
de apenas un verano junto a tu piel tostada,
jamás hubiese escrito una sola palabra
sobre el blanco latir de mis noches en vela.

De haber sabido entonces
que vida y equilibrio son términos opuestos,
que no siempre del caos deviene la derrota,
que una única noche de pasión y locura
vale más que cien años de serena existencia…
…nunca hubiese dejado sobre el papel desierto
tanta palabra urente añorando tu risa.

Si no hubiese elegido volar a ras de suelo
al dejarte marchar aquella tarde aciaga,
puede que a estas alturas fuera libre cometa
abrazado a tu cuerpo de sirena del aire,
danzando por el cielo de este mundo sin alma,
sobrevolando el blanco del papel solitario
que en vano espera lívido el calor de un poema.

De haber sabido entonces que la vida eras tú,
que lejos de tu boca todos los días son grises,
hoy no sería poeta de rimas imposibles
sino libre ave fénix de trinos melodiosos.






                                             


viernes, 17 de mayo de 2019

¡Perversa primavera!




¡Oh, joven primavera que regresas a mí, sombra inerte, sin alma!
¿Por qué volver de nuevo a esta tierra maldita
dónde los que te ignoran ganaron la partida?
¿Por qué te empeñas –dí- en llegar tan bonita
a un mundo tan feroz, tan bajo, tan rastrero?

 No intentes, primavera, seducirme de nuevo
con tu perfume caro de joven cortesana.
No me tientes, no digas que la vida es hermosa.
No me cuentes mentiras, que luego me entristecen
como aquellas de entonces cuando todo eran risas
y el aire tan suave como tu pelo-hierba.
¡Malvada primavera que, con tu taconeo de inocente gitana,
más que una gentil diosa a mí te me asemejas
a una vulgar ramera con la cara pintada!

¿A qué vienes de nuevo con tu sonrisa dulce,
con tu mata de pelo,
con tu traje de flores avergonzando inviernos?
¿Acaso a seducir a ingenuos poetas,
de los pocos que quedan vagando por el mundo?

Un día me engañaste con tu aliento cercano.
Lograste seducirme con tu perfume caro
haciéndome creer que el amor existía
para luego dejarme tirado sobre el barro
del más oscuro y frío de todos los inviernos
cuando ella partió.
Por eso ya no creo en tu falsa sonrisa,
ni en los trinos perversos de tus pájaros locos.
Abrazarte fue un sueño tan real y profundo
que, al despertar, el llanto,
inundó de pesares tus idílicos campos
alfombrados de flores.

Ahora ya no te creo.
Eres sólo un espectro vestido de colores.
Un sueño pasajero que duerme los sentidos.
Una falsa caricia que clava sus puñales
en pechos generosos,
provocando con ello mil heridas granates
sobre esperanzas verdes,
al igual que tus campos de amapolas y trigo.

¡Ay, bella primavera!
¡Cómo me gustaría sentirte  como antes -como entonces-
cual feliz mensajera de dicha y armonía!
¡Cómo me gustaría recibir tu calor
con los brazos abiertos , con mi mejor sonrisa!

Pero…¡es tan tarde ya para tanta quimera!






viernes, 5 de abril de 2019

Crepúsculo






Y al abrirse la rosa de la tarde
 tras los serios cipreses de San Marcos,
recordaré tus ojos ambarinos
abiertos a la vida sin desmayo,
ebrios por la pasión, libres de pena,
sin ocasión ni tregua para el llanto.

Tus ojos que, una tarde ya lejana
de susurros del viento entre las lilas
y aromas seductores junto al río,
me miraron con tal furia y deseo
que dejaron mi soledad eterna
ya por siempre poblada de alegría.

Al abrirse la rosa de la tarde
soñaré que te tengo aquí, conmigo,
como entonces... Y creeré que el tiempo
-frágil como la lluvia del rocío-
se detuvo enredado entre tu pelo
aquella primavera en que tus labios
besaron por primera vez los míos.

Mas, al llegar la tenebrosa noche 
cubriendo con su manto mi nostalgia,
 usurpando mis sueños a hurtadillas,
dos  lágrimas furtivas harán cauce, 
cual ríos desbordados de amargura, 
por la agostada piel de  mis mejillas.

domingo, 10 de febrero de 2019

Besos de menta



¡Amor primero
de adolescencia!

Caricias blancas,
besos de menta.
Verde frescor
bajo la luna,
sobre la hierba.

¡Primer amor
sin experiencia!

Van extasiados
cual dos ascetas
entre el gentío.
Tan abrazados,
tan encendidos,
quemando el mito
de la inocencia.
Sendas sin fin,
calles oscuras,
siempre vagando
sin rumbo fijo...

!Mas, llega el llanto
por las ausencias!

Sombras sin alma
cuando se ha ido.
Volando errantes
cual mariposas
extraviadas,
de flor en flor,
de calle en calle
buscando el brillo
de su mirada.
   
¡Penas sin bridas
en sus nostalgias!

Mas cualquier tarde
llegan noticias
de aquél amigo
de aquella amiga
casi olvidada
que los reclama
que los añora
que los convoca
y allá se marchan
y pronto olvidan
 aquel amor
 aquellos besos
-besos de menta-
verde frescor
bajo la luna
sobre la hierba

¡Amores locos
de adolescencia!

Fugaces nubes
breves chubascos:
lluvia de abril
sin fe ni charcos.

Amores locos
de adolescencia:
un arco iris
entre tormentas.