viernes, 17 de mayo de 2019

¡Perversa primavera!




¡Oh, joven primavera que regresas a mí, sombra inerte, sin alma!
¿Por qué volver de nuevo a esta tierra maldita
dónde los que te ignoran ganaron la partida?
¿Por qué te empeñas –dí- en llegar tan bonita
a un mundo tan feroz, tan bajo, tan rastrero?

 No intentes, primavera, seducirme de nuevo
con tu perfume caro de joven cortesana.
No me tientes, no digas que la vida es hermosa.
No me cuentes mentiras, que luego me entristecen
como aquellas de entonces cuando todo eran risas
y el aire tan suave como tu pelo-hierba.
¡Malvada primavera que, con tu taconeo de inocente gitana,
más que una gentil diosa a mí te me asemejas
a una vulgar ramera con la cara pintada!

¿A qué vienes de nuevo con tu sonrisa dulce,
con tu mata de pelo,
con tu traje de flores avergonzando inviernos?
¿Acaso a seducir a ingenuos poetas,
de los pocos que quedan vagando por el mundo?

Un día me engañaste con tu aliento cercano.
Lograste seducirme con tu perfume caro
haciéndome creer que el amor existía
para luego dejarme tirado sobre el barro
del más oscuro y frío de todos los inviernos
cuando ella partió.
Por eso ya no creo en tu falsa sonrisa,
ni en los trinos perversos de tus pájaros locos.
Abrazarte fue un sueño tan real y profundo
que, al despertar, el llanto,
inundó de pesares tus idílicos campos
alfombrados de flores.

Ahora ya no te creo.
Eres sólo un espectro vestido de colores.
Un sueño pasajero que duerme los sentidos.
Una falsa caricia que clava sus puñales
en pechos generosos,
provocando con ello mil heridas granates
sobre esperanzas verdes,
al igual que tus campos de amapolas y trigo.

¡Ay, bella primavera!
¡Cómo me gustaría sentirte  como antes -como entonces-
cual feliz mensajera de dicha y armonía!
¡Cómo me gustaría recibir tu calor
con los brazos abiertos , con mi mejor sonrisa!

Pero…¡es tan tarde ya para tanta quimera!