sábado, 25 de febrero de 2017

El viejo chopo


                    



Hoy regresé a tu sombra,
hoy llegué a descansar bajo la fronda
de tu poblada barba de anciano venerable.

Curtido en mil batallas al relente,
sabio en mil primaveras,
te dejaste la piel de tu corteza,
cien mil veces herida,
en perseguir la luz de la mañana,
en absorber la savia redentora
desde ocultos remansos en lo hondo.

Con cada nueva aurora,
le lavabas la cara a cada hoja
con agua cristalina del rocío
y acogías después entre tus ramas
a legiones de seres indefensos
o ahuyentabas a extraños y enemigos
con ráfagas heladas
que el frío viento del norte te prestaba.

¡Viejo chopo del río,
amigo de mi infancia y juventud!
Hoy vuelvo a tu quietud de árbol sereno
cansado ya de mundo y casi anciano
lo mismo que eres tú.
Hoy vengo a devolverte las caricias
que recibí a la sombra de tus hojas.
Hoy vuelvo a rodearte con mis brazos
el tronco ya arrugado y carcomido
por años soportando fríos inviernos
en triste soledad.

Tú eres, chopo del río,
el amigo más fiel que nunca tuve,
el amor más auténtico,
mi más cálido hogar.
Por eso,
cuando sienta mis últimos latidos,
cuando llegue mi hora,
quisiera descansar bajo tu copa,
cerca de tus raíces
y fundirme contigo en un último abrazo  
que eleve nuestras almas al paraíso
donde árboles y hombres que se amaron
vivan ya siempre unidos
por toda una infinita eternidad.