sábado, 22 de junio de 2024

Espejos

 


Silenciosos y mudos,

en feliz duermevela

viven agazapados

en salones, en baños,

en sombrías entradas,

acechando a sus víctimas

para abrirles el alma.

 

Elegantes, pulidos,

obstinados mirones,

con sus ojos de vidrio

nos estudian por fuera,

nos agitan por dentro,

sin piedad nos hostigan

sin dejar un resquicio.

 

Descarados, chismosos,

nos desnudan el alma,

nos golpean el ego

con sus frías miradas

de siniestros reflejos,

nos perturban el juicio

sin moverse del sitio...

 

¡los malditos espejos!


                     

viernes, 14 de junio de 2024

Entre los cerezos

 




En junio, los cerezos están en plena madurez. Orean sus hojas, de un verde intenso, con la suave brisa del amanecer y alargan sus ramas hasta el infinito tratando de alcanzar los primeros rayos de un sol aún niño. En esa hora primera, todo el valle es un aquelarre de verdes fantasmas de  esqueléticos brazos que pugnan por la vida. Y, entre ese verdor tupido e intenso, colgadas de finos peciolos inquietos, como columpiándose cual niñas traviesas, asoman sus caritas rojas de doncellas tímidas, ellas, las cerezas.

En pequeños grupos o solas, rompen con su grito grana y bermellón, con su redondez de jóvenes frutas traviesas, la monotonía del salvaje verdor de las copas. Desde lo alto de las sierras que abrigan el valle, el espectáculo está garantizado. Cientos de cerezos de verdes melenas salpicadas de motitas rojas cual rubíes de fuego, cubren las laderas para asombro y gozo de los visitantes.

Al fondo, deslizándose a lo largo del valle cual plácido ofidio de camisa azul, el Jerte sonríe satisfecho lanzando reflejos de estelares brillos a los cuatro vientos. Como cualquier padre, se siente orgulloso y un tanto abrumado por tanta belleza.

Al menos, una vez al año, regreso a este valle a disfrutar de su belleza, pero también en busca de un sueño antiguo.

(Te fuiste una tarde como esta de junio de este valle nuestro. Yo vuelvo a su abrigo cada primavera: Te sigo buscando entre los cerezos”)

 

                                                                    
 

 

miércoles, 5 de junio de 2024

Sin dobleces

 


Siempre pensó que en el amor, como en la vida, había que darlo todo, había que entregarse por entero. Que guardar para sí parte de los sentimientos, por temor o por precaución, no era mostrar la auténtica cara de sí misma. Y así fue cómo actuó con todos durante toda su vida, sin dobleces, sin reservas.
Lo que no sabía es que, eso que ella creía que era una regla básica de la vida, no era más que una rara excepción, algo difícil de encontrar en los otros. Lo entendió muchos años después, cuando, ya anciana, un día se preguntó por qué estaba tan sola en este tramo final de su vida.
Y no halló respuesta.