Te
volveré a escribir largas cartas de amor
en las pausadas tardes
del otoño
cuando el terrible sol
del último verano,
cansado ya de ardores
y relumbres,
comience a dormitar
pintando las fachadas
de amarillo.
Te volveré a escribir
bellas cartas de amor
cuando el húmedo
viento del oeste
me traiga aquel
perfume
que llenaba de gozo
mis mañanas.
Cuando la fértil
tierra de estos valles
muestre su desnudez
lozana y cálida
y abra sus tersos
surcos
a los besos de nuevas
sementeras.
Te volveré a escribir
versos de soledad en
la penumbra
cuando sobre mi frente
se marchiten
las rosas encarnadas
del recuerdo
y tus besos de
entonces se transformen
en frágiles palomas
que me icen
hasta lo azul de un
cielo ya inmortal,
manso y definitivo.
Sé que pronto, muy
pronto,
cuando el río salvaje
que arrastra mi nostalgia
hasta el inmenso mar
de algas ondulantes
se torne en estuario imperturbable,
plácido, decisivo…
te volveré a escribir.