domingo, 17 de agosto de 2014

En llegando el otoño




Cuando llega el otoño 
y la taimada tristeza 
acude a mí y me envuelve 
con su negro manto de bruja siniestra, 
me pongo a escuchar a Mónica 
para fundirme en un abrazo consentido 
con la dulce sensación 
de su frágil melancolía 
mientras me flagelo el corazón hasta que sangra 
con el látigo azul de tu recuerdo. 

Luego, 
ya roto y humillado, 
insensible a cualquier dolor, 
lo pongo a la venta a precio de saldo, 
ofreciéndoselo al mejor postor. 
Pero nadie se arriesga 
a comprar un corazón gastado ya, 
sin luz y envejecido, 
que solo late a plazos 
en cómodas entregas 
de recuerdos añejos y oxidados. 
Los mismos que me llevan cada noche 
hasta el desierto "boulevard"
de la rancia nostalgia, 
donde el tiempo se detiene 
y los sueños se agitan 
hasta nublar mis ojos. 

Cuando Mónica suena, 
me reservo una entrada de las primeras filas 
para el concierto más nostálgico y lacrimoso 
de la temporada otoño-invierno. 

Pero, eso sí,  
en llegando el buen tiempo, 
la encierro bajo llave en un armario 
hasta la llegada del próximo otoño. 

Y es que el loco verano 
no es tiempo de nostalgias...