De nuevo llora Willians en mi viejo pecé
y esa boquita roja
sobre níveo rostro de fina porcelana,
enciende mis recuerdos.
Y hacia el palacio gris de la nostalgia
parecieran volar las notas de violín
en busca de tus ojos almendrados,
de tu imagen de geisha azul, lejana.
Y acuden en tropel aquellos días
en que te ibas dejando sin saberlo
melosas pinceladas de ti por los rincones
de mis horas sin alma.
Regresan los recuerdos
golpeando con fuerza en mi ventana
cual fantasmas surgidos de la niebla
pidiendo que les abra,
que me traen prendido en sus embozos
tu rostro de princesa enamorada
para hablarme de nuevo de promesas,
de sueños imposibles,
de viajes sin rutas ni destino,
de pobladas y amenas soledades,
de anhelos infinitos en la noche,
de aquel tiempo feliz y compartido
bajo una luna llena sólo nuestra.
Y acuden,enlazadas con las notas,
tus hermosas palabras,
aquellas que impactaron como dardos
en mi yerma desgana
para sembrarla de fértiles semillas
que al brotar se dejaron en mi huerto
feraces plantaciones de esperanza.
Pero -¡ay!- esas notas
me traen también olvidos y distancias
que se elevan como una cordillera
que levanta sus crestas imposibles
entre mi corazón y tu silencio,
entre tu frialdad y mi nostalgia,
hiriendo mi ilusión como una espada
entre la oscura noche de mi ocaso
y la brillante luz de tu alborada.