Crecí entre verdes mares
de espigas generosas,
junto a resecos campos de
olivos y viñedos,
entre unos brazos fuertes,
refugio de mis miedos
en madrugadas negras de
estrellas temblorosas.
La juventud me trajo más
lágrimas que rosas
pues del amor yo hice la
biblia de mis credos,
mas se me fue la tarde
como agua entre los dedos
y vino a mí la noche de zarpas tenebrosas.
Por terminar con tanto
vagar sin rumbo fijo
me refugié en tus brazos
de fiel samaritana
y allí encontré reposo,
calor y buen cobijo.
Y aunque volvió la vida con
fuerza una mañana,
ya no encontré las llaves
que abrieran mi escondrijo
y me quedé a mirarla pasar tras la ventana.