sábado, 29 de diciembre de 2012

Lluvia de diciembre sobre la ciudad dormida.

Cáceres: Muralla y Ciudad Monumental,vista desde la Plaza Mayor




Llueve sobre las piedras milenarias de la ciudad dormida.

La luz de los focos que iluminan las fachadas 
palaciegas y las torres sin almenas,se ha vuelto de  
un color amarillo intenso.Se me antoja el aliento de espíritus inquietos torturados en los siglos más  
oscuros del medievo.
    
Hay un misterio tal en el aire acuoso de la  
noche,cuando la lluvia empapa el alma de esta 
ciudad ausente,que hasta el trasiego del tráfico
 nocturno parece amortiguarse.

  El cielo se anaranja.Por el parque desierto,cruza la sombra errante de un hombre solitario.Quizás vaya escapando del hastío que supone vivir sin horizontes ni esperanzas.O tal vez sólo huya de su propio destino.

Golpea furiosa lluvia contra los adoquines,arrastrando en su ira las pocas hojas muertas que aún quedaban asidas a las ramas de los sufridos plátanos de sombra.

El cielo se desangra en agua negra y el aire se 
satura de una humedad perversa que ataca la 
garganta de la noche.

¡Qué monstruo inesperado puede hacerse la lluvia 
 cuando baja sedienta de torrentes! 
 No parece la misma que,en los últimos días de  
 septiembre,regaba suavemente los parterres donde 
 las margaritas y las rosas sonreían a un otoño aún
 bebé,recién nacido.


 Pasada la tormenta,la ciudad solitaria retornará a 
 dormir su sueño milenario de doncella encantada.
 Y,cuando asome el alba por detrás de las torres,nos  
 mostrará orgullosa su preciosa silueta de pétrea  
 desnudez.