sábado, 1 de septiembre de 2012

Nunca




¿Por qué nadie me dijo que no era ningún juego?
¿O acaso, como yo, tampoco sabían nada?
Poesía, poemas, versos...¿a qué precio?
¿Cuánto pagamos por cada verso nuevo?
¿Cuánto nos cuesta cada rima,
cada estrofa sacada de lo hondo?
¡Mucho!
¡Nos cuesta casi todo!
Nos cuesta un mar de llantos.
Un millar de lamentos.
Millones de punzantes pinchazos en el pecho.
Eso nos cuesta
cada vez que vertemos sobre el papel desierto
nuestros más escondidos y nobles sentimientos.
Cientos de sacudidas de nuestros pobres cuerpos
por hurgar en heridas cerradas por el tiempo.

Y todo ese dolor crea tal sufrimiento
que lo mejor sería
dejar de escribir versos.
Solo vivir la vida
como hacen casi todos;
ignorar la existencia
de nobles sentimientos:
el amor, la belleza, la ilusión,
la ternura, la inocencia de un niño,...
Ignorar la injusticia, el dolor,
la miseria, la terrible incultura
de millones de seres...
¡Sólo vivir la vida!
¡Solamente vibrar ante los nuevos dioses:
el poder, el dinero, el consumo salvaje...!
¡Eso sería lo práctico!
¡Eso sería lo fácil!

Mas, cualquier noche insomne
terminaría rauda
con tan mágica vida.
Y negros nubarrones
acudirían siniestros
desde el fondo del alma.
Y, sin saber por qué,
de nuestros tristes ojos
fluirían las lágrimas...

Y entonces,
¿qué hacemos los poetas?
¿Rompemos el silencio con gritos estertóreos
o dejamos muy dentro todos esos latidos
que pugnan por salir?
¿Morimos abrumados de tanto sentimiento
o damos rienda suelta a todos nuestros sueños?
¿Ahogamos para siempre la poesía?

¡NUNCA!
¡Eso sería la muerte
total del Universo!


                            1998

(Del poemario "Versos al atardecer")