He creído tanto que al volver del lugar donde los
credos estallan como pompas de jabón, me convertí en estatua de sal y dejé de creer hasta en mi sombra, negra y rastrera espía de mis sueños. He confiado tanto, que al sentir en mis carnes las
heridas de la injusta traición, huí de las promesas infundadas como el gato escaldado del hogar donde se quemó el rabo. He amado tanto, con tanta candidez, con tanta luz, que al quedarme más solo que la una comprendí que el amor es solo un mito que se inventan las almas solitarias para
gritar consignas a la luna –mudo testigo de nuestra soledad- por tantas noches sufriéndonos
callada. Y ahora que no creo, que no confío ni
amo me pregunto ¿quién soy? ¿a dónde voy? Y no encuentro respuestas adecuadas. Ahora solo me da por escribir retahílas de versos sin sentido que ni la luna quiere ya leer y hasta mi sombra he dejado de ver: ¡ no quiere ir atada a un resentido !