lunes, 19 de junio de 2023

Un tiempo sin tiempo

 

Hubo un tiempo con magia

en que el mundo cabía en nuestro barrio

y todo el universo en nuestra risa.


Y era tal la inocencia,

que cualquier novedad era un asombro

y cualquier ocasión, una proeza.


Entonces la existencia

se llamaba ilusión

y, al igual que los ríos en primavera,

llegaba cada día tan crecida,

que anegaba las áridas riberas de la tarde

de juegos infinitos y de risas.


Eran risas por siempre a flor de boca,

manando a borbotones

ante un mínimo guiño de la vida.


Hubo un tiempo sin tiempo,

sólo un breve suspiro

pero, fue tan intenso,

que asentó para siempre los cimientos

del frágil edificio que habitamos después.

 

La infancia es una fábula,

un paisaje de ensueño sin tinieblas,

una gran aventura cada día.

 

La infancia es un tesoro

que enterramos un día bajo el lodo

de las falsas promesas de futuro

tras arrojar el mapa

al insaciable fuego del olvido.

 

La infancia es un regalo de la vida

que sólo valoramos al final del camino,

cuando ya divisamos el abismo.