El
amor es un juego y, como juego,
depende
del destino, del azar.
Pocas
veces se gana.
Casi
siempre se pierde.
Mas,
no por ello dejamos de jugar.
Si
en alguna ocasión –feliz encuentro-
te
viste triunfante en el amor,
ese
fue para ti tu gran fracaso
porque
a seguir jugando te animó.
Y
buscaste otro amor por todas partes,
el
mismo amor que un día te colmó
y
comprobaste que nada es como antes
porque
amores iguales nunca hay dos.
Amar
sí, con pasión en cada encuentro
procurando
que no se apague nunca
la
hoguera que mantiene su calor.
Mas,
si un día de repente se apagara
la
imprescindible llama del amor,
nunca
intentes hacer brotar el fuego
de
esa hoguera ya extinta y apagada,
pues
en frías cenizas se tornó.
Busca
nuevos caminos en el viento
para
avivar de nuevo la ilusión.
Haz
que brote con fe la nueva hoguera
y
olvídate de sueños y quimeras:
¡porque
amores iguales nunca hay dos!