Sí,
fui yo, loco de celos locos, 
quien
corrió tras el fuego de tu boca 
sin
ver que me estrellaba cual polilla 
contra
la infame luz de tu mirada 
lejana
ya de mi, turbia y esquiva. 
O
tal vez no fui yo, 
tal
vez fuera la luna que, al bañarme 
con
su chorro de luz pálida y fría, 
incendiaba
mis ansias de abrazarte 
arrullando
con nanas mi ternura 
cuando
el sueño de tu piel me arropaba 
en
las noche más tristes y vacías.
