miércoles, 3 de febrero de 2021

Febrero

 

Se oculta la mañana

tras un sol amarillo, casi enfermo,

y no veo sonrisas por las calles,

ni un gesto de esperanza,

ni una mirada franca,

ni un guiño de amistad.


Febrero nunca fue tiempo de risas:

si dejamos de lado el carnaval,

nunca trajo consigo grandes citas...

¡es tan poquita cosa como mes!

Tal vez por eso,

por su falta de brillo y de estatura,

inspira tal ternura

que en su justa mitad vive el amor.


Es como un niño triste

que perdió sus juguetes

entre la confusión del oleaje

que azota sin piedad los bajos fondos

de esta goleta herida sin rumbo definido.


Y este lunes al sol de la desidia

no pinta nada bien.

¡Pobre país! Triste regreso el tuyo

de una fiesta sin lustre, desnortada,

donde tan solo fuimos

estatuas sin alma,

invitados de piedra a un festín sin  burbujas

tras la necia consigna

de que había que salvar la Navidad!


Nos creímos que el resto de los días

serían de vino y rosas

y sólo las espinas nos quedaron

detrás de las ojeras agrietadas

tras la amarga resaca

de la fatalidad.

 

Volvieron las penurias de hace un año

y las cifras de muertos por decenas.

Ha regresado el miedo a los hogares

de este país de coplas contra el hambre,

de aplausos en los ruedos contra el fraude,

de misas y rosarios frente a la adversidad.

De firmes tradiciones  ancestrales

grabadas como a fuego en nuestros genes

tras siglos de incesante oscuridad.

 

Febrero se desliza entre la niebla

añadiendo un pellizco de ternura

a la amarga tristeza

de un tiempo de pandemia y soledad.