domingo, 17 de octubre de 2021

Octubre



 La tarde se desmaya en mi ventana.

Aún hace calor.

Afuera,
bandadas de gorriones exaltados
preparan la dormida
discutiendo por las mejores ramas del jardín.
A lo lejos,
justo detrás de la torre cristiana de los Púlpitos,
una luna naranja asoma su carita arrebolada.
Viene alegre, coqueta, sofocada,
de tanto caminar detrás del sol.

Cáceres se relaja.
Y yo,
desde mi alma nostálgica, callada,
siento un escalofrío de ternura
al recordar otra tarde como esta,
prendido de sus ojos, de su boca,
rendido por su amor.

Octubre se desgrana lentamente,
con brillos excesivos,
sin ganas de traernos el otoño.
Rebelde e indignado, como todos,
campea por las calles de su tiempo
con bríos juveniles,
celebrando con ellos la vuelta a la rutina,
sin ganas todavía de alfombrar los paseos

con los rojos y ocres

de mil hojas heridas por el viento.


Me acodo en la terraza
cuando la noche ya envuelve con su manto
la vida en la ciudad.
La luna, más tranquila,
pasea su soledad por la gran avenida de los sueños
aluzada de estrellas.
Se ha empolvado la cara
para que el sol la encuentre de mañana
más guapa, más mujer.

Silencio en el jardín.
Los gorriones, cansados de disputas,
se han quedado dormidos.
Sigue haciendo calor.
Octubre está indignado y se rebela.