Asoma ya la nueva primavera
mostrando su carita sonrosada
tras los blancos visillos del invierno
y, quisiera creer,
que no será una más
entre todas mis grises primaveras,
aquellas que año a año
fui arrojando al abismo del olvido
desde la insoportable rutina de los días.
Fueron mil primaveras derrochadas,
vacías de color,
con el alma cautiva por brillos de oropel
y el corazón colgado de un endeble cordel
al sol de la indolencia.
Y, cundo las recuerdo,
me invade la tristeza
de quien tuvo un tesoro entre sus manos
y lo perdió una tarde
de esperanzas ya muertas.
Por eso es que deseo,
que esta nueva y lozana primavera,
se detenga por fin frente a mi alma,
cansada ya de inviernos
y la rejuvenezca en ilusiones.
Que traiga savia joven
que riegue y alimente
aquella ilusión mía ya olvidada
de ser árbol frondoso.
Nueva inyección de vida
que despierte a la luz de la mañana
mi obstinada quietud de hombre vencido.
Nuevo lienzo de prístinos colores
que acabe con el gris
que cubre hace ya tiempo mi desidia.
¡Brindemos por la joven primavera
para que,
al igual que a la mitad del mundo,
llene también de vida
nuestros fríos y exhaustos corazones!