Afuera,
la algarabía
de chiquillos alocados
que no paran de jugar.
Dentro de mí, la alegría
de la juventud primera,
de esa feliz primavera
repleta de libertad.
Afuera, el sol del verano
y a veces pasos furtivos
que van a ningún lugar.
Dentro tú y yo, desquitándonos
de tanto sueño oprimido,
de tanto libro didáctico
y de tanta soledad.
Afuera, las hojas muertas
bailando un rítmico vals
con el viento del otoño.
Dentro, nuestro dulce hogar:
dos retoños malcriados
y un amor tibio y cansado
de tanta mediocridad.
Afuera ruge el invierno
y el viento llama con furia
golpeando en el cristal.
Dentro yo, solo, decrépito,
llorando tu larga ausencia
y añorando aquel verano
en que me enseñaste a amar.