Vuelve.
Regresa hasta mi sombra fría y rota.
Tómala de la mano y no la sueltes más.
Preséntate en mi puerta una mañana
y ocúltala del sol de mi nostalgia.
Trae contigo el calor que ahora me
falta.
Tu cálida y perfecta luz primera,
la misma que encendía de dicha la
tristeza,
la misma que nos hizo reír a
borbotones
aquella tarde cálida de estío
cuando una inesperada tolvanera
nos robó de las manos el pañuelo
y lo puso a jugar a ser cometa.
Llévame hasta el pasado, tan lejano.
Regrésame al instante fantástico,
preciso
en que toda la dicha consistía
en correr abrazados a la vida
tras cualquier sueño loco que surgía,
de repente, de no se sabe donde,
sin planes ni motivos,
pero que nos hacía vibrar tras su
demencia.
Regresa aunque no entiendas la causa
del regreso.
Para sentir de nuevo, como entonces,
aquella tempestad de risas inocentes
tras cada vuelo súbito y fugaz
de cualquier gorrión entre la hierba.
Aquella euforia viva, interminable,
que nos hacía reír hasta el ocaso
y nos hacía soñar hasta la aurora.
Regresa aquí, a mi lado.
Aunque solo te encuentres ya el
fantasma
de mi errática sombra extenuada
de tanta noche en vela,
de tanto sueño roto en el camino,
de tanta espera vana
sin saber en el fondo qué se espera..
Si algún día volvieras –sueño iluso-
todo el tiempo perdido en perpetuarte
se tornaría en días luminosos
al tenerte de nuevo en mi conciencia.
Y cada instante entonces
sería una sinfonía de colores,
un concierto de vida y armonía.
La música ideal para amansar
los miles de demonios que me habitan.
Volverían a brillar, como brillaban,
con luz propia, sin penas ni
tormentos,
cual soles encendidos y cercanos,
cada hora infinita junto a ti.
En esta Navidad insulsa y fría,
vuelve a mi corazón mustio y herido,
regresa a mi vivir, infancia mía,
para que todo vuelva a ser de luz,
para que vuelvan a tener sentido
cada uno de los días de este invierno
que me congela el alma y la memoria
mientras me acerca inexorablemente
al abismo final, definitivo.