sábado, 1 de mayo de 2021

Madrid

 

He pisado las calles de Madrid
con veinte y pocos años y no obstante,
 nunca supe abrazarme a su cintura
de ardiente y generosa cortesana.
 
Deambulé por sus calles elegantes
sin ningún plan previsto, sin proyectos,
sólo por el placer de pasearlas
cual pájaro perdido en la tormenta
perfecta de la ansiada transición .
 
De todas las mujeres de Madrid
me enamoraba yo cada domingo,
pero a ninguna supe nunca hablar
del fuego que quemaba mi existencia
de poeta perdido entre unas nubes
que amenazaban lluvia de lamentos 
para el resto de mi utópica vida.
 
Luna, sueños, miradas y sonrisas
en las tardes serenas de domingo
eran todas mis metas por entonces.
Mientras, ellas, ignorantes de mi,
compartían el amor que les quemaba
con aquellos amantes que tuvieran
más cerca de la tierra que los míos,
los pies, las pretensiones, las ideas.
 
He pisado las calles de Madrid
en la flor de mi vida y, sin embargo,
no supe emborracharme de su néctar
de ciudad epicúrea y profana,
cosmopolita, joven y gentil.
 
 Aún así, en noches como esta
de otro domingo muchos años después,
con las chanclas carcomidas del tiempo
y envuelto por la magia de Luigi Boccherini,
vuelvo a pisar con la ilusión de entonces,
en busca de los sueños que me dejé olvidados,
las seductoras calles de Madrid.