domingo, 29 de septiembre de 2013

El puente (Reedición)




                                 Puente romano de Alcántara (Cáceres), sobre el río Tajo.

                                      


He cruzado el viejo puente
sobre el río.

Apoyado en la baranda
he observado la corriente
y he sentido
deseos de tocar el agua,
de hundirme en sus remolinos,
por ver si haciendo el camino
sumergido en la corriente,
doy a mi vida sentido.

El río sabe donde va,
pero yo,
descarriado caminante,
he olvidado mi destino.

He cruzado el viejo puente
y, después de un tiempo eterno
observando la corriente,
he seguido mi camino.

                                             
                                                                Mayo-2010



                    


             



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   




miércoles, 25 de septiembre de 2013

Entre viñedos



Septiembre se nos muere
con jirones de nubes adheridas
a ese cielo, aún azul,
de este largo verano que se niega a dejarnos.

Fenece y se marchita
entre ocasos sangrientos
y amaneceres planos
con la justa ilusión para seguir andando...

Por oriente nos llegan
esas primeras ráfagas de un otoño aún niño.
Tal vez sean
los suspiros de amor de esa belleza pálida
-eterna soñadora-
de esa luna tan llena de septiembre
que, en estas noches aún claras,
se muestra más hermosa todavía
que aquellas otras lunas del estío.

El aire se abonanza, se hace brisa
y, ahora, sus caricias,
se tornan más suaves.
Ya no es aquel sofoco
de las rachas de agosto, tan osadas,
tan descaradamente apasionadas,
que nos hacían hervir la sangre, ya caliente.

Hay como un suave manto de ternura
envolviéndolo todo.

Y envuelve nuestros miedos,
nuestra atávica angustia
a que un día cualquiera nos roben nuestros sueños.

Las tardes se atemperan.
Septiembre se despide madurando
los últimos viñedos.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

La hermana Inocencia



                                                      (Basado en un hecho real)

La hermana Inocencia es andaluza, de Cádiz, pero por circunstancias de la vida, vive y trabaja en un pueblo de la provincia de Cáceres impartiendo clases de Religión en el Colegio Público de Educación Primaria de la localidad. Como buena gaditana, es de carácter alegre y disfruta con la música y el cante, pero es muy estricta en su trato con los niños. Piensa que los niños de ahora están demasiado "sueltos" y hay que volver a "domesticarlos" llevándolos por la senda del Señor.
Su sueldo, como profesora de Religión, es escaso. En parte por esa razón y en parte porque es de por sí bastante tacaña, vive de forma modesta, sin caprichos, en una casita propiedad del obispado y anexa a la iglesia, por la que paga al mes un alquiler simbólico. Le gustaría viajar y ver mundo,algo que no se puede permitir y todo su entretenimiento consiste en tomarse un cafetito de vez en cuando, pero sólo si la invitan.

Una tarde de final de curso, cuando más tarea tenía, llaman a su puerta.Abre y se encuentra con un hombre de aspecto sucio y desaliñado:

-Buenas tardes, hermana. ¿podría darle una limosna a este siervo de Dios que lleva dos días sin comer?
-Pues mire usted, hermano, dinero no puedo darle porque soy muy pobre pero si quiere comida ahora mismo le traigo...
-Gracias hermana, pero lo que yo necesito es un poco de dinero, unas moneditas  para mis gastos personales.
-Cuanto lo siento hermano, pero mi sueldo es escaso y no puedo darle nada. La vida está muy cara.
-Vamos hermana, sólo unas moneditas...

La hermana Inocencia empezaba a estar ya algo cansada  de aquel mendigo que sólo sabía pedir y comenzó a alterarse su ánimo, algo que solamente le ocurría en clase.

-Mire usted, buen hombre, si quiere un trozo de pan y unas croquetas que tengo en el frigorífico, se las doy ahora  mismo. Pero de dinero, ni hablar, no puedo darle...¿quiere el pan y las croquetas?
-Vale hermana, si no hay otra solución, venga ese pan.
La hermana entra y vuelve con media barra de pan del día anterior y un taper con cuatro croquetas que le sobraron de la cena.El mendigo se los coge pero antes de irse insiste de nuevo:
-Gracias hermana, pero...¿de veras no puede usted darme ni unas moneditas?
Bastante acalorada ya:
-Mire usted buen hombre,ya le he dicho que no, así que haga el favor de marcharse.Coja la bicicleta y váyase que ya tiene para la cena de esta noche...

El mendigo, al oír la palabra bicicleta y ver el brazo de la hermana extendido señalando, giró la cabeza y vio apoyada en la verja de la iglesia una bicicleta totalmente nueva. Sin pensárselo dos veces, dio las gracias de nuevo y como un rayo se fue para la bicicleta, se montó en ella y salió de allí como alma que lleva el diablo.
La hermana respiró  por fin tranquila aunque se extrañó de las prisas con que se había marchado el mendigo.
Cerró la puerta y volvió con sus tareas de final de curso.

No habían pasado ni quince minutos cuando volvió a oír el timbre. Se levantó resignada y fue a abrir temiendo que volviera de nuevo el mendigo. Pero no, era una chica joven y bastante apurada:

-Hermana, perdone que la moleste pero, ¿por casualidad no ha visto usted una bicicleta que dejé aquí apoyada en la verja? Me la regaló ayer mi padre, por mi cumpleaños...
-¡Aaaahhhhh! ¿Una bicicleta dices?
-Sí, hermana. La dejé aquí junto a la verja, sin seguro ni nada porque en el pueblo nunca desaparece nada.Yo es que he estado dando catequesis a los pequeños en la iglesia y...
-¡Aaaahhhh! ¿Pero era tuya la bicicleta?
-Sí hermana, era mía...¿la ha visto?
-Ay hija, cuanto lo siento. Me vas a perdonar pero vino un mendigo muy pesado y pensé que era suya y le dije que la cogiera y se fuera...y se la llevó.
-¡Noooo...! ¿Pero cómo ha hecho usted semejante cosa?
-Ah, hija. ¿Cómo iba yo a saber que la bicicleta era tuya?

Cuando la chica llegó a su casa y se lo contó a su padre, un hombre con  muy malas pulgas, ateo desde que era un niño y enemigo acérrimo de curas y monjas, se fue como un cohete al cuartelillo de la guardia civil a denunciar a la hermana.
Al día siguiente, la hermana Inocencia fue llamada a declarar y en su defensa dijo:
-Mire usted, soy inocente. Pensé que la bicicleta era del mendigo. El pobre estaba tan desmejorado, tan desnutrido, que no me lo imaginaba yendo a pie por esas carreteras, de pueblo en pueblo.

Tras un juicio rápido, la hermana fue condenada a pagar los 600 euros que costó la bicicleta con la condición de que si esta aparecía en buen estado, se los devolverían.
Y la hermana Inocencia salió del juzgado de guardia totalmente arrepentida de no haberle dado al mendigo al menos un par de euros. Se hubiera marchado en seguida y no la habría alterado como la alteró con su insistencia.

Por supuesto, la bicicleta no apareció jamás y la hermana Inocencia tuvo que aguantar, además de una vida más sacrificada que antes por la pérdida de los 600 euros, la burla de sus compañeros y hasta de los alumnos. Todos coincidían en que nunca un nombre estuvo mejor puesto que el de esta hermana de origen andaluz.






viernes, 13 de septiembre de 2013

Décimas



A una niña jardinera                                

Niña de tez sonrosada
que riegas las azucenas,
¿podrías aliviar mis penas
con la luz de tu mirada?
Yo no puedo darte nada
porque yo nada poseo
y tan solo me planteo
el ver tus ojos de miel
acariciando mi piel...
¡ese es mi único deseo!  


          

    


  Al río Jerte


Una tarde calurosa 
llegué a tu orilla sediento,

derrotado y sin aliento,
con el alma pesarosa.
Bebí tu agua milagrosa
y al instante mis colores
brotaron como las flores
de un jardín en primavera,
y ya siempre a tu ribera
vengo a calmar mis dolores.


                                           

                                                 

                                                                                                                                                          

  




domingo, 1 de septiembre de 2013

Nunca te puedo olvidar (Sextillas)






Nunca te puedo olvidar:
aunque el sol esté en lo alto
reblandeciendo el asfalto
y sacando brillo al mar,
yo siempre me siento falto
del calor de tu mirar.

Sólo con verte llegar
me pongo yo en pie de un salto
y no me vuelvo a sentar.
Tiemblo, me excito, me exalto,
imposible de parar...
¡soy continuo sobresalto!

Si tu piel llego a rozar
sufre mi cuerpo un resalto
que no hay forma de aplacar.
Frente a un mar azul-cobalto
sólo pienso en el asalto...
¡en tu alcázar quiero entrar!