A Paco de Lucía
Sus manos, dos palomas
encantadas
bebiendo de seis ríos de
metal;
sus ojos, limpios lagos
de cristal
con brillos de mil noches
estrelladas.
Acordes como agudas
puñaladas
al mismo corazón -dulce
puñal-;
cadencias que con arte
magistral
llenaban de color las
madrugadas.
Hablaba la guitarra y él
sentía
que al cielo se elevaba
cual gaviota
en busca de la luz del
nuevo día:
pues se dejaba el alma en
cada nota.
Hoy la mía tan solo es
alma rota
que al saber de tu adiós,
vaga sombría.