domingo, 11 de abril de 2021

Aquellos románticos del XIX

 

                                                   El beso - Auguste Rodin (1840-1917)


Ni siquiera cuando la risa fluye en cada encuentro cual súbita corriente diáfana  y cantarina naciendo desde el centro mismo de la dicha más noble  y más auténtica, ni tan siquiera entonces, se le puede llamar amor. Miradas y caricias fortuitas son más vuelos rasantes de palomas que afán de transmitir los sentimientos. Si escondes en tu manga cualquier carta frente a quien te deslumbra con su risa esa primera vez. Si al hablarle de amor te hablas por dentro con un razonamiento paralelo buscando lo mejor para tu ego, estás asesinando la magia del encuentro, la esencia del amor. De un amor que debiera ser siempre franco y noble, sin trabas, sin barreras ni torpes aranceles.

Mirar, reír, bailar, abrazar o besar tibiamente no será suficiente. Se trata de gritar, hasta sentirte enloquecer en medio de las grises multitudes, que quisieras morir sólo de amor, sin otros argumentos ni razones. Mejor no descansar de pronunciar su nombre, ni un solo instante al día. No dar tregua a sus ojos en los tuyos ni siquiera en la noche. Se trata de vivir muriendo por sus besos y, al besar, dejarte el alma prendida de su boca. De amar sin planes de futuro, sin sombras de pasado. Amar, amar, amar sin condiciones. Aunque con ello estés hipotecando tu paz interior en un futuro incierto. Aún sabiendo que puede que mañana te dejen con el alma rota y al relente, tiritando de frío y soledad bajo las estrellas burlonas del verano

No importa. Lo sentido al amar de esa manera todo lo compensa. Porque todo lo que venga después será solo un intento de revivir aquello. Solo una mala copia de aquel fuego en el cuerpo ante su cuerpo. Un intentar volver inútilmente a sentirse inmortal ante los otros.

Sólo amando así aprenderás a diferenciar –como aquellos “locos” románticos del siglo XIX -  entre el estar y el ser frente al amor, entre el simple existir como mero espectador ante él y el vivirlo plenamente en cada mirada, en cada caricia, en cada suspiro. Solo así podrás descubrir que lo que de verdad importa, lo esencial en la vida, es el amor. Nada más que el amor.