-II-
Tarde
de domingo soleada. En el césped que hay frente a la terraza, un grupo de niños
juegan al fútbol. Se han fabricado unas porterías con las chaquetas de sus
chándales. El partido transcurre con normalidad si por normalidad se entiende
la algarabía de voces que se dan pidiendo el balón los unos a los otros. Pero
la normalidad dura poco. Se rompe cuando, tras un gol que se celebra por todo
lo alto por parte del equipo que lo marcó, llega el que parece capitán del
equipo contrario con la intención de anularlo por “posible fuera de juego
(sic)”. Y se arma la de San Quintín y la de Lepanto juntas. Se agarran, se
vapulean, se insultan…Un gigantón tiene agarrado por la cabeza a uno bastante
más pequeño que él. Lo ha tirado al suelo y, cuando se dispone a golpearlo,
acuden en masa los demás de ambos equipos para separarlos y, a continuación,
hacer ver al grande que se está metiendo
con uno mucho más pequeño y más indefenso que él. Al final consiguen, tras un
coloquio pacífico, que gigante y enano se den la mano y que todo termine de
forma pacífica.
Se
reanuda el partido como si no hubiera pasado nada. ¿Se anuló el gol o fue
definitivamente gol? Eso es lo de menos.
Tras
el episodio, no he podido por menos que pensar en el mundo actual dirigido por
adultos. En Rusia, en Ucrania, en nuestra “humanitaria” y culta UE. ¿Os
imagináis qué hubiera pasado en el césped si en lugar de acudir todos a separar
a los contendientes hubieran acudido con palos y piedras para dárselas al
pequeño contra el gigantón? Posiblemente hubiera corrido la sangre, algo que
los niños por instinto natural evitaron a toda costa. Pero entonces, ¿por qué
los adultos nos volvemos tan insensatos cuando crecemos? ¿Acaso no fuimos un
día niños también?
Ahí lo dejo.
Solo dos apuntes más:
1.Formamos
parte de un sistema ya establecido de antemano y construido en base a intereses
económicos y hegemónicos y al que nos apuntan nada más nacer sin contar con
nuestra opinión.
2.Para ello, nos “educan” con arreglo a las normas establecidas por ese sistema.
¿De qué nos asombramos entonces? ¿Qué puede salir
mal?..... ¡TODO!