martes, 20 de octubre de 2020

El recreo


                        


Bajo la acacia verde de flores amarillas,
un grupo de alienígenas exploran el espacio.
Más allá, una princesa
con gesto contrariado,
está pidiendo a gritos que traigan su corona.
Y aquí, junto a la valla,
un famoso pirata
narra sus abordajes a cuatro bucaneros...

Es la hora del recreo.
Cuando ellos son ellos.
Cuando juegan a un juego llamado libertad.
Cuando paran el tiempo
y se olvidan del tedio, de charlas aburridas.
Y escapan del silencio,
de tensiones,
de miedos...

Y, mientras los observo,
me ha dado por pensar:


"Se levantan temprano,
(da igual que tengan doce que tres años).
Cargan con sus mochilas pesadas como piedras.
Los ponemos en fila
y les prohibimos hablar.
Ya en clase, les contamos
que dos y dos son cuatro.
Que el círculo es redondo.
Que, de las golosinas que acabamos de "darles",
les quitaremos varias,
por ver cuantas nos quedan.

Que las palabras sirven
para contar las sílabas que tienen.
Que es importantísimo saber quien fue Colón.
Que Dios los está viendo todo el rato,
desde el cielo,
y que no se preocupen que Él los protegerá.
Y que a mayor esfuerzo, mayor la recompensa.


Por eso, tras las clases, hay que volver a clase:
guitarra, teatro, tenis,
cerámica, deportes, informática, judo...
y bailes de salón.
Para ser el primero, el mejor preparado...
Y que, a mejores notas, después, mejor empleo...

Y pienso en las "estrellas"
del fútbol,de la música,
incluso en los youtubers,

esos osados jóvenes

que por caer en gracia

se sienten realizados.
Y en la cola del paro.
Y en mi amigo el biólogo
que trabaja de barman.

En las innumerables leyes de educación.
Y en la clase política

cuyo único  objetivo

es barrer para casa.

Y entonces me pregunto:

¿Qué hacemos los maestros?
¿Adónde los llevamos?
¿Acaso son atletas compitiendo en la pista?
Para ganar, ¿qué premios?
¿No estaremos robándoles
las más tiernas y hermosas hojas del calendario?
¿No estaremos ahogando
años maravillosos de una infancia
que ya no ha de volver?

 

¿Cuáles son los valores que seguimos?
¿No será ya que todos hemos perdido el norte?"

Y se acaba el recreo.
Dos ases del balón se quedan discutiendo
en mitad de la pista.
Una linda azafata de ojos soñadores,
ha perdido su vuelo.
Y el pequeño Ricardo,
solitario vaquero,
galopa por el patio para no llegar tarde...
...¡qué le riñe el maestro!

Y ese patio,
hervidero de vida hace sólo un momento,
se ha quedado desierto.
Mañana volverá, durante media hora,
a llenarse de risas.

Media hora de juegos.
Media hora de vida.

 

 

 

 

sábado, 3 de octubre de 2020

Al mar de Huelva en otoño



Blanco mar marismeño 
que ríes con espumas cantarinas 
al verte libre al fin tras el estío 
de la humana jauría

Te abrazas a la arena solitaria
con serena alegría
mientras vas temperando las mañanas
con arrullos de olas. 

Desde la orilla misma, 
un grupo de gaviotas aburridas 
contemplan tu alborozo 
y ríen contagiadas de tu risa. 

¡Oh, mar de Punta Umbría, 
con cada nuevo otoño 
te inventas un romance peregrino 
con esa luna llena 
que asoma su carita arrebolada 
tras las verdes melenas de los pinos! 

Y le cuentas secretos insondables 
de tu fondo de mar inaccesible: 
le hablas de murallas coralinas 
que guardan mil tesoros fabulosos 
o de seres extraños que pululan 
entre antiguos veleros carcomidos. 
De montañas y valles submarinos 
habitados por náyades y duendes. 

Y cuando ella se duerme 
con tu arrullo de mar sereno y tierno, 
la acunas en tus brazos acuosos 
hasta que llega el alba y se la lleva 
envuelta entre su túnica de luz 
cual madre diligente y protectora. 

Blanco mar marismeño, 
si algún otoño falto a nuestra cita, 
búscame en esa luna enamorada 
o en los bosques de algas ondulantes
de los fértiles valles de tu fondo.

                     Punta Umbría (Huelva)-Octubre 2016