Desde mi efímera primavera
hasta tu primavera eterna,
quisiera hacerte llegar el aroma
que aún queda suspendido en el recuerdo
de aquellos días hermosos
en los que tú y yo,
con el amor como única herramienta,
logramos levantar
un bello templo de cúpulas doradas
donde, a partir de ahora,
los dos acudiremos anhelantes
para elevar al cielo
a modo de plegarias,
nuestros poemas más apasionados,
con la firme esperanza
de que ellos viajarán del uno al otro
a través de infinitos azules
en cada atardecer
de cada renovada primavera.