viernes, 25 de abril de 2014

Soneto LII (Estaciones)



Hay una edad divina, la primera
etapa de la vida, la niñez,
donde todo es candor y nitidez,
donde siempre se vive en primavera.

Después, la juventud, sueño y quimera,
nos cubre con un halo de embriaguez
donde reina el amor que es parte y juez
de nuestra loca vida placentera.

Mas, un día  termina aquel verano
que incendió nuestras vidas. Lentamente
cambiamos lo divino por lo humano.

Maduran nuestros sueños. Nuestra mente
presiente ya un otoño muy cercano
que abocará al invierno finalmente.