He creído tanto
que al volver del lugar donde los
credos
estallan como pompas de jabón,
me convertí en estatua de sal
y dejé de creer hasta en mi sombra,
negra y rastrera espía de mis sueños.
He confiado tanto,
que al sentir en mis carnes las
heridas
de la injusta traición,
huí de las promesas infundadas
como el gato escaldado del hogar
donde se quemó el rabo.
He amado tanto,
con tanta candidez, con tanta luz,
que al quedarme más solo que la una
comprendí que el amor es solo un mito
que se inventan las almas solitarias
para
gritar consignas a la luna
–mudo testigo de nuestra soledad-
por tantas noches sufriéndonos
callada.
Y ahora que no creo, que no confío ni
amo
me pregunto ¿quién soy? ¿a dónde voy?
Y no encuentro respuestas adecuadas.
Ahora solo me da por escribir
retahílas de versos sin sentido
que ni la luna quiere ya leer
y hasta mi sombra he dejado de ver:
¡ no quiere ir atada a un resentido !