GAIA (I): Deriva
-I-
Se está secando el río que nos lleva.
La generosa lluvia se cansó de los hombres.
Se ha
quedado a vivir detrás de las montañas
y allí
riega con júbilo
una
tierra desierta pero noble
donde
reinan la calma y el silencio.
Una
tierra sin humos, sin plásticos, sin hombres.
Y es
que el hombre de hoy ya no es el hombre
que
miraba la vida con los ojos del alma.
Ahora,
sus ojos miran sin mirar,
sin
saber lo que miran.
Va recorriendo
a ciegas el siniestro camino,
cruel e irreversible,
que
conduce al vacío que lo habita.
El
hombre de este siglo se ha quedado dormido
sobre
la laxitud de su indolencia,
sobre
la enfermedad de su codicia,
sobre
la mueca cruel de su locura,
sobre
la noche oscura de su negra ignorancia.
Se
está secando el río que nos lleva y,
hasta el
viento aquel cálido, apacible
que empujó
nuestra barca siglo a siglo
por
parajes exóticos, fecundos,
nos
lleva a la deriva más salvaje
camino
del abismo aquel antiguo
del
que jamás volvían los navegantes.
Se está
agotando el río que nos lleva y,
cuando
al fin suceda,
solo
seremos polvo en un desierto
de
arenas infinitas e infecundas.
Y
nadie en este bello planeta de colores,
nadie,
ni tan siquiera Dios,
nos
echará de menos.
GAIA (II): Extinción
Y cuando
ya no estemos,
cuando
al fin nos hayamos extinguido
de
este planeta azul e irrepetible,
los
mares romperán las escolleras,
derrumbarán
los diques y y espigones
que un
día levantamos contra ellos.
Inundarán
las amplias avenidas y,
entonces,
los
gráciles delfines y las siniestras orcas,
visitarán
los parques infantiles
y
juntos jugarán al pilla-pilla
entre los toboganes de colores
que hicieron la delicia de los niños.
Los
fieros tiburones entrarán en los templos solitarios.
Y al
contemplar con sus ojos cegatos
tanta
obra de arte, tanta imagen piadosa,
creerán
-como todos creímos-
que
allí moran los dioses.
Los
bancos de sardinas, de jureles,
de
caballas y atunes,
inundarán
de escamas plateadas
los
paseos marítimos desiertos.
Y
luego marcharán,
cual
turistas inquietos y curiosos,
a contemplar
los cuadros de las pinacotecas.
Y
admirarán los cuadros de paisajes,
aquellos
que contienen
extensos
bosques verdes y frondosos
de los
que dicen los más viejos del mar
que un
día existieron de verdad
por
todos los rincones del planeta.
GAIA (III): Regeneración
Y
lejos de la costa, tierra adentro,
en los
páramos solitarios y fríos,
en los
bosques escuálidos y secos,
se
oirá la voz de un cárabo perdido
que
llama a sus congéneres hambrientos.
Y
acudirán en masa mil especies de pájaros cantores y,
al
ritmo de sus trinos virtuosos,
regresarán
las nubes
que
llegarán cargadas de humedad
y
traerán la lluvia nuevamente
para
regar una tierra baldía y apelmazada
de la
que brotarán de nuevo
cual
milagro de vida y esperanza,
los
bosques ancestrales y frondosos
que los hombres talaron.
Y este
planeta azul e irrepetible
se
llenará de vida como antes
de la
llegada cruel e inesperada
del
cáncer destructivo de los hombres.
(De "Gaia")