Mesa y café.
Momento dulce
para mirarme
por los rincones
de mis derrumbes.
Para encontrarme
conmigo mismo.
Tregua serena,
para cambiarme
la ropa sucia
tras la batalla
por la decencia.
Para cubrirme
mis paradojas
con tibias gasas
de dignidad.
Pausa precisa,
para ser, sólo
por diez minutos,
pieza que encaje
en el engranaje
de mis ideas.
Para engrasar
la noble rueda
de mis propósitos,
esa que oxidan
día tras día
las humedades
de este sistema
frío, parcial.
Un café solo
para curarme
los arañazos
de ese felino
sediento y ávido,
de ese salvaje
libre mercado
neoliberal.
Un café solo.
Luego, a la calle,
a ser de nuevo
sólo carnaza
para alimento
de este sistema
loco y voraz.