martes, 24 de septiembre de 2024

Tras el viento

 


Se marchó tras el viento del otoño
una tarde de sábado con prisas
y en los blancos senderos de mi alma
se dejó un frío manto de hojas muertas
que crujían de dolor a cada paso
de mis horas vacías sin su risa.
 
Cada noche a través de la ventana
noviembre me traía su recuerdo. .
Solo el viento me hablaba de su ausencia
con silbos lastimeros de nostalgia
que luego yo vestía de poesía:
alimento ficticio para el alma.
 
Aquel otoño fui sólo un fantasma
vagando por los múltiples rincones
donde sus manos exploraron mi espalda,
donde sus labios besaron mi tibieza,
donde sus ojos, abiertos a la noche,
reclamaban de mi absurda indolencia
al menos el calor de la palabra.
 
Se marchó de repente, sin razones,
tras la estela de un sueño nuevo y vivo
llevándose con ella mi silencio,
dejándome su risa, su mirada
flotando en el vacío de mis noches,
grabadas en mi mente a fuego lento 
para incendiar las frías madrugadas.


jueves, 5 de septiembre de 2024

Los últimos amantes

 




Ríen abrazados los últimos amantes junto a un mar ahora plácido y casi liberado de miles de ruidosos turistas de ocasión. Apuran los atardeceres de este intenso verano cálido y envolvente entre abrazos y risas. Y en cada nuevo abrazo, se funden en un beso   largo y apasionado mientras el sol se muere de viejo a sus espaldas ahogándose en el mar.

 

Se atemperan las tardes de este septiembre neutro y anodino. Mientras, sus días obreros van torneando una preciosa cuna con madera de hayas, de sauces, de castaños...para el otoño-niño que llegará una tarde cualquiera entre brillos dorados y entre sábanas tibias. Y un viento renovado anunciará, con ráfagas de lluvia, su feliz nacimiento. Nos llegará el otoño con un sol amarillo bajo el brazo y una risa de ámbar transparente que hará brotar, cual manantial divino, el mosto azucarado de las cepas.

 

Se despereza la luz de la mañana sobre los tejadillos repletos de vencejos soñolientos aún. Más allá de las torres sin almenas, se desnuda la sierra de perennes verdores y se pone su camisón de niebla para dormir un sueño que durará seis meses, hasta la siguiente primavera. Es tiempo de nostalgias, de añoranzas de unos días sin horas y sin prisas que, al igual que las aves migratorias, se escaparon huyendo de los fríos. Es tiempo de reposo, de planes y proyectos para el futuro incierto que, como un tren cansado y renqueante, nos lleva sin remedio, entre enormes volutas de humo negro, hacia el túnel oscuro del invierno.

 

Los últimos amantes regresan a sus casas de cálidos salones con paisajes marinos que a ratos mirarán con furtivas miradas de ojos entornados. Dejan atrás la playa y se llevan, guardados bajo llave y en cofres de colores, las risas y los besos del verano. Es su mayor tesoro.

El próximo verano volverán para rendir tributo, un año más, al amor, a la vida...