De repente,
una noche de insólitos aromas,
te quemaste en la hoguera
de tus deseos ocultos.
Y una avalancha de besos impensables
me nubló la razón.
Y no vi ya más luces que tus ojos
alumbrando mis ansias.
Y no escuché más música estridente
que los suspiros locos
de tu loca garganta.
Ya sólo tu perfume me envolvió
con esencias de menta y albahaca.
Y esa noche,
tú y yo,
destrozamos a golpe de lujuria
todos los argumentos del pudor y el decoro,
todos los manuales del buen comportamiento
e hicimos que el amor,cautivo de las normas,
se elevara triunfante hasta un cielo infinito.
No suelo yo partir con un adiós.
Sólo dije: "Hasta pronto",
y ya no te moviste de mi lado.
Caía mansa la lluvia
mojando mi inquietud
y tu silencio.
Y allí,en la oscuridad,
a la vuelta del mundo,
respirando tu aliento,
fueron tantas las ganas de besarte,
fue tan fuerte el deseo,
que,al fin,no te besé.
(Siempre fui un tipo ducho
en matar los impulsos
y en despertar los miedos)
Y ese beso frustrado
se lo guardó la noche,
para ella,
en su cajón de estrellas...
Y desde entonces,
siempre,
cada vez que te pienso,
la noche me recuerda
que es ella y sólo ella
la legítima dueña de aquel beso.
Que se lo regalamos,
a la vez,
mi necia timidez
y tus temores necios.
¿Puede ser que ese beso que entonces no te di
me duela más que todos los que después he dado?
Puede ser.
Yo lo sé.
Me sigue como sombra dondequiera que voy,
como un negro fantasma noctámbulo y helado.
Ese beso que entonces no te di
es ya parte de mí...
¡Imposible olvidarlo!
Septiembre es un paisaje de Van Gogh
con volutas de nubes en azul
sobre un ciprés pintado al carboncillo.
Septiembre es una estampa donde el sol
se oculta más temprano cada día
mientras tiñe los campos de amarillo.
Llamarlo por su nombre
es como sisear mientras se arrastra
por entre la hojarasca del robledo.
¡Ofidio de pausado serpenteo
que tiene ya resecas las escamas
del calor del estío!
En cualquier escarceo
te dejarás colgada de una rama
tu gastada camisa,ya baldía.
Septiembre de sutil melancolía
que enfrías el verano con tu aliento
aplacando el relumbre de los días.
Caminas sazonando los membrillos
y dorando las uvas en las cepas
mientras pintas las tardes de amarillo.