miércoles, 17 de septiembre de 2014

Los últimos amantes











Ríen los últimos amantes junto a un mar ya tranquilo, en los atardeceres de este final de un verano atípico y extraño. Ríen y afloran en sus risas todos aquellos besos que volaron gozosos de unos labios borrachos de deseo a otros labios heridos por la espera.

Se atemperan las tardes de este septiembre neutro y anodino.Mientras, sus días obreros van torneando una preciosa cuna con maderas de haya, de sauce, de castaño...para el otoño-niño que llegará una tarde cualesquiera entre brillos dorados y entre sábanas tibias.Y un viento renovado anunciará, con ráfagas de lluvia, su feliz nacimiento.
Nos llegará el otoño con un sol amarillo bajo el brazo y una risa de ámbar transparente que hará brotar, cual manantial divino, el mosto azucarado de las cepas.

Se despereza la luz de la mañana sobre los tejadillos repletos de vencejos soñolientos aún. Más allá de las torres sin almenas, se desnuda la sierra de perennes verdores y se pone su camisón de niebla para dormir un sueño que durará seis meses, hasta la primavera.

 Es tiempo de nostalgias, de añoranzas de unos días sin horas y sin prisas que, al igual que las aves migratorias, se escaparon huyendo de los fríos. Es tiempo de reposo, de planes y proyectos para el futuro incierto que, como un tren ya cansado y abatido, nos lleva sin remedio,entre enormes volutas de humo negro,hacia el túnel oscuro del invierno.

Los últimos amantes dejan atrás la playa y marchan a sus casas de cálidos salones. Se llevan, guardados bajo llave y en cofres de colores, las risas y los besos del último verano. Es su mayor tesoro.




jueves, 11 de septiembre de 2014

El farol y la Luna


                                   




            Fotografía de Manuel Ameneiros, cedida amablemente 
desde su blog "Espacios y Despacios"
      (http://espaciosydespacios.blogspot.com.es/).Gracias Manuel



Fenece esta llama insolente apagando (pagando) su osadía de luz intrascendente de farol ante la fastuosidad de esa luna redonda que  en cada plenilunio le muda la razón en mística locura y lo empuja sin pausa ni remedio a venerar su luz, a amarla sin medida.

Y es que el día que entendemos que el sentido final de este incierto viajar de la cuna a la tumba no es otro que el amor, nada ni nadie podrá ya detener ese río que fluye sin diques ni barreras.

Es entonces cuando, hasta la pobre luz de este farol mohíno y solitario, se atreverá a reunir todo el valor del mundo para mirar de frente y a los ojos a esa belleza pálida de guiños seductores que en cada plenilunio lo hechiza con su magia redonda de eterna enamorada, hasta hacer de su humilde alumbrar apenas un suspiro de brillos apagados de tanto desearla.
  
Pero a él no le importa perder toda su luz en cada luna llena porque sabe que al fin no hay nada más hermoso que morir por amor.

En las noches sombrías, solitarias y eternas...suspira y se estremece la llama del farol mientras sueña impaciente con la feliz llegada de un nuevo plenilunio.






jueves, 28 de agosto de 2014

Soneto LIV (Por llenar el vacío que me habita)






Por llenar el vacío que me habita
me volví recipiente de tu anhelo,
me colgué de las nubes de tu cielo,
me sentí en tu jardín rosa marchita.

Por matar el hastío que me irrita
me embriagué con el brillo de tu pelo,
me perdí tras el cebo de tu anzuelo
y bebí del rencor que en ti palpita.

Y a nadie culpo, no, ni a ti siquiera,
que de nadie es la culpa cuando el viento
arrastra tras de sí las hojas muertas.

Esperaré la nueva primavera
y volveré pletórico y sediento
a mendigar amor en otras puertas.