domingo, 4 de marzo de 2018

Te volveré a escribir

                                         


                                        Te volveré a escribir largas cartas de amor
en las pausadas tardes del otoño
cuando el terrible sol del último verano,
cansado ya de ardores y relumbres,
comience a dormitar
pintando las fachadas de amarillo.

Te volveré a escribir bellas cartas de amor
cuando el húmedo viento del oeste
me traiga aquel perfume
que llenaba de gozo mis mañanas.
Cuando la fértil tierra de estos valles
muestre su desnudez lozana y cálida
y abra sus tersos surcos
a los besos de nuevas sementeras.

Te volveré a escribir
versos de soledad en la penumbra
cuando sobre mi frente se marchiten
las rosas encarnadas del recuerdo
y tus besos de entonces se transformen
en frágiles palomas que me icen
hasta lo azul de un cielo ya inmortal,
manso y definitivo.

Sé que pronto, muy pronto,
cuando el río salvaje que arrastra mi nostalgia
hasta el inmenso mar de algas ondulantes
se torne en estuario imperturbable, plácido, decisivo…
                                        te volveré a escribir.                          



domingo, 11 de febrero de 2018

Estaciones de la vida





Afuera, la algarabía
de chiquillos alocados
que no paran de jugar.
Dentro de mí, la alegría
de la juventud primera,
de esa feliz primavera
repleta de libertad.

Afuera, el sol del verano
y a veces  pasos furtivos
que van a ningún lugar.
Dentro tú y yo, desquitándonos
de tanto sueño oprimido,
de tanto libro didáctico
y de tanta soledad.

Afuera, las hojas muertas
bailando un rítmico vals
con el viento del otoño.
Dentro, nuestro dulce hogar:
dos retoños malcriados
y un amor tibio y cansado
de tanta mediocridad.

Afuera ruge el invierno
y el viento llama con furia
golpeando en el cristal.
Dentro yo, solo, decrépito,
llorando tu larga ausencia
y añorando aquel verano
en que me enseñaste a amar.


jueves, 11 de enero de 2018

En cada nuevo otoño




Con cada nuevo otoño
vuelves a mí sonriente,
renovada y rotunda.

Te creces ante el tiempo
desafiando el fracaso
de las horas perdidas.

Eres agua de acequia
que nunca se evapora,
que busca cualquier grieta
en mis viejos recuerdos
para inundar mi valle
con ríos de ternura.

Me llegas envolvente
como el viento de octubre
al fenecer la tarde.

Y, como él, me anulas
los sentidos, el alma
hasta creer que existes
como antes, como entonces,
de nuevo en mis desvelos.

Eres sabor intenso
a besos infinitos.
Y, cual fruta madura,
estallas en mi boca
con la fuerza de un río
cuando la sed me abrasa.

Eres todo…eres nada
en cada nuevo otoño
de mi agostada vida.