viernes, 13 de julio de 2018

¿Educación?





  
Me hicieron aprender los nombres de los reyes godos , de los hijos de Jacob, de las montañas más lejanas y de los ríos más largos y caudalosos del mundo, pero nadie me enseñó los nombres de los pájaros o de las flores que me encontraba cada mañana camino de la escuela.

Me hicieron aprender los nombres de los héroes de la patria vencedores en mil batallas contra el enemigo, pero nadie me dijo que en el otro bando también existieron los héroes.

Me obligaron a memorizar las fechas de mil batallas pero no me enseñaron que la fecha más importante para mí sería aquella en la que un día encontraría el amor.

Me educaron en lo conveniente y en lo superfluo y se olvidaron de lo fundamental. Y ahora todos se extrañan de mi actitud rebelde ante las normas sociales o ante la religión y me llaman por ello radical y hasta antisistema. Pero, ¿existe algo más radical que educar a un niño con la única intención de integrarlo en un sistema que es el que conviene a la clase dominante del momento?

El daño social de una educación tendenciosa, sea el sistema político totalitario o no, no sólo dura lo que dure la correspondiente legislatura, sino que sigue estando latente de por vida en las ideas de los individuos que la sufrieron y, por tanto, en la sociedad que esos individuos forman. Tal es el poder de la educación en la infancia. El hombre solamente alcanzará la categoría de ser libre cuando la educación que reciba lo sea también y para ello es imprescindible que esa educación esté desligada del sistema que la lleva a cabo, misión harto difícil conociendo los antecedentes, pero nunca imposible.

domingo, 29 de abril de 2018

Hablo de los cincuenta,tan lejanos.

                            Fotografía de Carlos Saura (España,años 50)

Por la Semana Santa
correteaba las calles
luciendo mi collar de cáscaras de huevo
–restos de las tortillas
que nos hacía mi madre cada año-
sobre mi pecho henchido
y una sonrisa en flor, como una aurora,
en mi cara de niño bien criado
a pesar de los tiempos.

En las fiestas,
sacábamos al sol nuestras mejores galas
y lucíamos los más sanos colores
en nuestra piel curtida de intemperies
y de penas adentro.
Eran tiempos aquellos de plena subsistencia,
sin planes de futuro.
Tiempos donde la vuelta cada noche
al hogar construido a base de penurias,
era la mejor parte que nos guardaba el día. 
Allí, junto a la hoguera de troncos generosos,
 no existían los amos, ni Franco, ni la Guardia Civil,
sólo la risa alegre de los hijos,
sólo la voz amable de la madre,
sólo el brillar intenso de los ojos
de la fiel compañera.

Tiempos de campo y luna,
de miedos y exclusiones.
Tiempos de inviernos crudos,
de perpetuas heladas sobre valles sombríos,
de lluvias generosas y monótonas
sobre viejos tejados con goteras…


Hablo de los cincuenta, tan lejanos,
tan fríos, tan desnudos…
Pero también alegres y hasta esperanzadores,
a pesar de la noche de los tiempos.


domingo, 4 de marzo de 2018

Te volveré a escribir

                                         


                                        Te volveré a escribir largas cartas de amor
en las pausadas tardes del otoño
cuando el terrible sol del último verano,
cansado ya de ardores y relumbres,
comience a dormitar
pintando las fachadas de amarillo.

Te volveré a escribir bellas cartas de amor
cuando el húmedo viento del oeste
me traiga aquel perfume
que llenaba de gozo mis mañanas.
Cuando la fértil tierra de estos valles
muestre su desnudez lozana y cálida
y abra sus tersos surcos
a los besos de nuevas sementeras.

Te volveré a escribir
versos de soledad en la penumbra
cuando sobre mi frente se marchiten
las rosas encarnadas del recuerdo
y tus besos de entonces se transformen
en frágiles palomas que me icen
hasta lo azul de un cielo ya inmortal,
manso y definitivo.

Sé que pronto, muy pronto,
cuando el río salvaje que arrastra mi nostalgia
hasta el inmenso mar de algas ondulantes
se torne en estuario imperturbable, plácido, decisivo…
                                        te volveré a escribir.