Aquí sigo,
aprendiendo a decir tu nombre
sin adornos, 
desnudo de ropajes. 
Probando a recitar sus mágicos
fonemas 
sin arreglos de orquesta, 
sin bellas melodías. 
Intentando hacer simple su grafía
maquillada de gótico tardío. 
Lo intento cada día. 
Lo desmenuzo en sílabas viajeras 
y fabrico con ellas 
poemas de distancias y de olvido.
Mientras tanto, 
aquí sigo. 
Es posible que dentro de unos
meses, 
de unos años tal vez, 
pueda volver a pronunciar tu
nombre 
sin que me duela el alma. 
Hasta entonces, 
las letras de tu nombre para mí,
en cada nueva aurora
o en cada atardecer cárdeno y malva,
serán dulce castigo.
                            Agosto-2011
