-I-
El local era una
especie de olla exprés hirviendo a fuego lento entre la neblina nociva y
azulada de diez mil cigarrillos por lo menos. No cabía nadie más en él. Las mesas, la barra, los espacios
adyacentes, todo estaba repleto de clientes que hablaban a gritos y reían a
carcajadas, que gesticulaban y bebían como posesos apurando sus consumiciones
para enseguida solicitar otra y otra más…La alegría era desbordante y yo me
preguntaba por el motivo de tanto alborozo mientras intentaba agenciarme a
empujones y codazos un sitio en el extremo de la barra. Y sólo se me ocurría un
motivo para toda esa alegría, que estábamos a veinticuatro de diciembre y era
Navidad, esa época del año en la que la gente se transforma por obligación en
seres felices sin tener para ello otro motivo más convincente que el de las
fechas del calendario. Afuera hacía un tiempo de perros. El viento y la
llovizna invitaban a refugiarse en cualquier lugar bajo techo.
Al fin conseguí hacerme
un hueco y pedir un gin tonic a mi amigo Charli, el camarero más veterano de La Iguana , que así se llamaba
aquel bar de copas con solera en el mismo corazón de Madrid. Me lo bebí en un par de tragos y cuando estaba a punto de pedir el segundo, la puerta del local se abrió por enésima vez pero en esta ocasión lo hizo de golpe, casi con violencia, por lo que llamó mi atención hasta el punto de obligarme a darme la vuelta
para ver quien había entrado. Eran dos individuos estirados, bien trajeados y
con pinta de matones. De la calle se coló tras ellos una ráfaga de aire frío
que borró de un plumazo el vaho acumulado en el espejo que adornaba en toda su anchura la pared tras la barra. Fue un instante, pero lo suficiente para ver
reflejadas en él la caras de los clientes que seguían peleando por un sitio e
incluso la de aquellos que ocupaban las mesas más cercanas. Entre estos, me
llamó la atención una mujer de pelo negro y piel clara que ocupaba una de las
mesas. La miré durante un rato con descaro a través del espejo hasta que este
se empañó de nuevo. Entonces, me di la vuelta y seguí observándola aunque esta
vez con algo más de disimulo. Era muy guapa la condenada y me costaba trabajo
dejar de mirarla, lo reconozco. Estaba acompañada por un tipo espigado con
gomina en el pelo y cara de pocos amigos. Ella no paraba de hablar mientras
gesticulaba y él se limitaba a escuchar sin inmutarse, permaneciendo todo el
rato con la mirada fija en un punto lejano.
En un momento dado,
ella dejó de hablar y levantó la cabeza fijando sus ojos en mí. Fue un acto tan
brusco que me sorprendió y hasta llegué a pensar que poseía, más desarrollado
que otras, ese sexto sentido que tiene toda mujer por el que sabe que la están
mirando sin que ella mire. Aguanté por un momento su mirada pero, al ver que
ella no la desviaba, terminé por hacerlo yo.Me di la vuelta
hacia el espejo, pero este estaba más empañado que nunca. Poco a poco, comencé
a darme la vuelta de nuevo para ver si aún me miraba y al hacerlo comprobé
disgustado que la mesa estaba ocupada por otras personas, se habían largado. Me entró una especie de
desazón porque la marcha había sido tan rápida que no me dio tiempo a comprobar
algo que me inquietaba, estaba seguro de haberla visto antes en
algún lugar y no hacía mucho tiempo de
ello.
-II-
No habían pasado ni
cinco minutos cuando, viniendo desde la zona de los baños, vi al tipo que había
estado con ella en la mesa. Cruzó el local abriéndose paso con ciertas prisas
hasta alcanzar la puerta de salida y luego
salir sin molestarse en cerrarla. A la chica no la veía por ningún lado. Enseguida
creí comprender lo que había ocurrido, simplemente se habían levantado para irse
pero él decidió ir al baño mientras ella lo esperaba fuera. Pero eso me
extrañó, sobre todo por el mal tiempo que hacía. Y entonces, sin apenas
pensarlo, me lancé a la puerta para comprobar mi hipótesis, no podía soportar
la duda. La abrí y asomé la cabeza. El tipo de la gomina caminaba calle abajo
solo y de una forma que llamaba la atención, más que andar, se puede decir que
corría…De la chica, ni rastro.
Me volvía para
regresar a la barra cuando sentí un empujón que me sacó del local y casi me
hizo dar con mi cuerpo en el suelo mojado:
-¡Apártese!
Era uno de los dos
tipos estirados que habían entrado antes bruscamente. Echó a correr calle abajo tras el de
la gomina.
Regresé a la barra
más intrigado que antes. ¿Qué había sido de ella? ¿Qué había ocurrido para que
el tipo que la acompañaba hubiera salido de esa forma tan precipitada del bar?
Solo encontré una explicación a todo eso y es que la pareja habría discutido y
en el momento en que él fue al baño, ella aprovechó para largarse. Luego el
tipo, al ver que no estaba, salió como
un loco tras ella. Pero todo eso debió ocurrir en el lapsus de tiempo en que yo
estaba vuelto hacia el espejo, que fue muy corto. No parecía que hubiera dado
tiempo a tantas cosas. Por otra parte, está el tipo que salió empujándome, no
sabía como encajarlo en el todo, a no ser que ambas acciones no tuvieran
relación la una con la otra , algo que parecía improbable.
Terminado mi
análisis detectivesco, me dispuse a seguir dando cuenta de mi segundo gin tonic. No
había hecho más que levantar la copa, cuando sentí que alguien me ponía la mano
en la espalda. Me volví sobresaltado y, no lo podía creer, allí, frente a mí,
estaba ella. Espléndida, sonriendo de una forma enormemente seductora:
-¡Hola!, ¿me
recuerdas?
Se me acercó
peligrosamente. Tanto, que sentía la presión de su cuerpo contra el mío. Titubeando
le contesté:
-Pues no del todo,
aunque sé que te he visto antes.
-Claro hombre, fue
esta mañana, en el metro…¿recuerdas? Tu me ayudaste a librarme de un pelmazo…
Entonces caí en la
cuenta. Era la misma chica que por la mañana, en un vagón de metro abarrotado, se
había apretujado contra mí, igual que estaba haciendo ahora. Llevaba el mismo perfume y no la reconocí antes porque en el metro apenas pude
verle la cara.
-Ah! Ya
recuerdo…-pero seguía sin comprender por qué ahora volvía a repetir la acción
aquí, en el bar.
Y entonces, sin
darme tiempo a reaccionar ni añadir nada, se abrazó a mí acercando su boca a la
mía peligrosamente. Pero antes de que el milagro se produjera –para mí era poco
menos que un milagro que una chica como ella fuera a besarme- ocurrió de nuevo
algo inesperado. Alguien la cogió por un brazo y tiró de ella hacia la salida.
Era el otro matón, el que se quedó
dentro del local y que acompañaba al que salió corriendo tras el tipo de la
gomina. Antes de salir, ella se volvió hacia mí con cara de desesperación. En sus
ojos pude ver el miedo. Cuando quise reaccionar, ya habían salido del local.
Salí yo también pero ya solo acerté a ver cómo la introducían en un coche negro
y se la llevaban calle abajo. Después, solo el silencio de la calle acompañado
por el tamborileo del agua de la lluvia sobre los adoquines…
Entré de nuevo en el
bar, ya más despejado de clientes, y pedí un brandy.
Falta me hacía para ayudarme a digerir tantos acontecimientos. Esta vez,por más
vueltas que le dí al asunto, no encontré ninguna explicación lógica posible a lo
sucedido…
-III-
Llegué a casa sobre
las dos de la madrugada bastante cargado. Me quité la ropa y me metí en la
cama. Dormí de un tirón y un montón de horas seguidas, pues cuando desperté era
ya media mañana. Me levanté, me duché y salí a dar un garbeo. El aire de
diciembre me refrescó las ideas pero aún así seguía sin comprender lo ocurrido
el día anterior. Paré en un kiosco para comprar tabaco y el periódico del día.
Me senté en un banco soleado junto a un jardincillo sembrado de camelias. Cogí
una con al intención de ponérmela en el bolsillo superior de la americana y, al
hacerlo, noté que dentro del bolsillo había algo extraño. Metí los dedos y
saqué una bolsita de terciopelo rojo con varios objetos dentro pequeños y
duros. Me dispuse a abrirla para ver su contenido pero en ese mismo instante
sentí en mi nuca el contacto de algo frío y oí cómo una voz de hombre igual de
fría me decía:
-Ni se te ocurra
abrirla, capullo. Dámela sin volver la cabeza.
Así lo hice y a
continuación sentí que me daban un fuerte golpe en la parte de atrás de la
cabeza que me hizo perder el conocimiento. Cuando abrí de nuevo los ojos, me
encontraba en el mismo banco pero no había ni rastro del tipo que me golpeó ni,
por supuesto, de la bolsita. Lo que sí tenía era un fuerte dolor de cabeza y un
enorme chichón del tamaño de un huevo de gallina. El diario que compré
permanecía extendido a mi lado, apenas me había dado tiempo a mirarlo. Fue
entonces, mientras me tocaba con mucho cuidado el chichón, cuando reparé en su
portada. En ella, con letras grandes, pude leer el siguiente titular:
“Espectacular robo en la que se creía la joyería más segura de Madrid. Los
ladrones se llevaron ocho diamantes grandes de gran pureza y varios más pequeños valorados todos ellos en
el mercado de joyas en varios millones de euros
” Y un poco más abajo, en letra más pequeña: “Han sido detenidos algunos
sospechosos a los que la policía seguía los pasos desde hacía tiempo pero, tras ser interrogados y al no encontrarles en su poder los diamantes, han sido
puestos en libertad por falta de pruebas. Sigue en marcha la investigación para dar con los
ladrones”
En los días siguientes a estos hechos pensé mucho en todo lo que había ocurrido y, aunque mi primer
impulso fue acudir a la policía, desistí de hacerlo. Tuve miedo de
meterme en un lío sin haberlo comido ni bebido y además,¿qué sabía yo?. Sólo
que una chica morena de piel clara me había introducido una bolsita con diamantes en el bolsillo
de mi americana. Pero eso lo deduje yo y no tenía la seguridad absoluta de que hubiera sido así. Además, yo no
sabía nada sobre ella, apenas pude verle bien la cara en las dos ocasiones en
que se me aproximó. Y aún sabía menos del tipo que me golpeó. Así que decidí
olvidarme del asunto, aunque no lo consigo…Los bellos ojos de
la mujer me siguen persiguiendo en las madrugadas de insomnio y su perfume
inunda mi sueño cuando este se resiste a ser profundo.
Estaba tan resignado
a que no volvería a verla que cuando me la encontré de nuevo, el corazón
me dio un vuelco tal que más que el mío parecía el de un adolescente enamorado.
-IV-
Ocurrió a las dos semanas de mi
encuentro con el matón y de nuevo tuvo lugar en el metro. Este iba, como casi siempre
en hora punta, lleno de gente y yo, agotado y medio adormilado por el intenso
día de trabajo, regresaba a casa. De repente, al despertar de una de esas
cabezadas que todos damos en el metro cuando tenemos sueño, me pareció verla sentada
frente a mí, entre las piernas de los viajeros que iban de pie. Enseguida pensé
que sólo era una visión, que estaba obsesionándome otra vez con el tema. Pero
al mirar de nuevo comprobé que no había duda, que era ella, la chica del bar…Me
levanté y como pude me acerqué hasta donde estaba. Ella me miró largamente y,
levantándose, se acercó a mí y, esta vez sí, esta vez me besó en los labios.
Fue un beso intenso, como nunca me habían besado. A continuación separó sus
labios de los míos y se quedó mirándome mientras el metro llegaba a una nueva
estación. Con una voz grave y profunda me dijo: “Gracias". Y se bajó
tan rápidamente que apenas me dio tiempo a ver su melena oscura que se iba
perdiendo entre la multitud. Cuando quise reaccionar, el tren ya se había
puesto en marcha de nuevo.
Camino de casa, no
iba andando, sino flotando en una nube de algodón. Si lo de días pasados me
había parecido excepcional, este último episodio ya me pareció tan irreal
que a veces pensaba que lo había soñado todo. Pero no, todo fue verdad, aún sentía en mis labios el sabor de los suyos y su aroma flotando a mi alrededor.
El día siguiente era festivo. Me levanté tarde, como era costumbre en mí en los días en
que no había que ir a trabajar. Me arreglé y salí de casa con la idea de
disfrutar del día, que había amanecido soleado, aunque frío. Me acerqué como
siempre al kiosco, compré la prensa y me senté en el mismo banco de mis amargos
recuerdos, al lado del jardincillo de camelias. De nuevo, era ya una costumbre
para mí, corté una flor para ponérmela en el bolsillo de la americana y de
nuevo, como en un “deja vu” funesto sentí en mi bolsillo el roce de una objeto.
Antes de meter los dedos y sacarlo, miré en todas direcciones, pero no había
casi nadie en el parque. Al fin me decidí y de nuevo apareció entre mis dedos una
bolsita de terciopelo, esta vez de color azul, que contenía un objeto pequeño y
duro. La abrí con ansiedad y no daba crédito a lo que veía. Allí, delante de
mis ojos había un pequeño cristal blanco que brillaba al sol de enero con
un brillo intenso, casi deslumbrante. Lo guardé inmediatamente y, asustado, me
fui corriendo a casa. Allí lo pude ver con todo detenimiento. No había duda, era
un diamante. Y esta vez, ahora estaba seguro, me pertenecía a mí y sólo a mí,
era un regalo de mi bella dama. Dos pequeñas lágrimas, tan transparentes como
el diamante, resbalaron por cada una de mis mejillas…Esa noche no pude pegar
ojo.
Por la mañana, me puse en contacto con un amigo experto en compra-venta de joyas que me consiguió por el pequeño diamante un buen pellizco.En cuanto a ella, me
pasé meses buscándola, pero todo fue inútil. Aparte de lo grande que es Madrid,
comprendí que fue siempre ella la que me encontró a mí y nunca al revés. Así
que terminé por resignarme, esta vez ya para siempre.
Y de toda esta
historia, me queda, muy por encima de lo material, el dulce recuerdo de una
mujer con la que me encontré solo en tres ocasiones pero que fueron suficientes
para enamorarme de ella como un colegial. Y así sigo, enamorado de un fantasma
con un bello rostro que día a día se va diluyendo en mi memoria como si fuera
una sombra pero también, cada día que pasa, se va alojando con más fuerza en mi
solitario corazón de romántico incorregible.
Diciembre-2017
Vaya Jero, que historia más interesante has escrito. La he visto, y me he dicho, puff que largo, jajaja, pero he comenzado a leer y se me ha pasado el rato en un pis pas.
ResponderEliminarMe ha encantado, sin ninguna duda podrías escribir una novela corta casi detectivesca, y con el punto romántico como en esta ocasión, seguramente resultaría muy atractiva.
Un placer la lectura amigo.
Te deseo lo mejor en estas fiestas familiares.
Abrazos.
Vaya,Elda,qué rapidez,acabo de publicarlo.A mí también me parece un relato demasiado largo y tenía mis dudas si publicarlo o no,yo sé que a mucha gente no le gustan los rollos largos...jejejeje. Me alegro que me digas que te ha gustado y que se te ha hecho corto,eso anima.Y sí,tengo como diez o doce relatos de los que he publicado solo algunos,por variar un poco y,sobre todo,porque me gustan los relatos que leo por ahí,algunos muy bien escritos.Hay que intentar de todo,lo que importa es escribir e intentar hacerlo lo mejor posible cada día.
ResponderEliminarGracias por tus ánimos y mis mejores deseos para este fin de año en compañía de los tuyos.
Un abrazo
volveré a leerlo Joaquín, hoy te dejo mi abrazo
ResponderEliminar( voy saliendo por un par de días fuera de casa y estaré desconectada)
Vengo a desearte, amigo, tiempos felices y que recibas el Año 2018 con mucha ilusión y en compañía de tus seres queridos.
ResponderEliminarAbrazos navideños, Joaquín. Regresaré...
Abrazos navideños Ceciely y mis mejores deseos para el nuevo año.
EliminarAbrazos
Un relato solo al alcance de grandes plumas, felicidades por ellos.
ResponderEliminarAbrazo joaquín.
Me alegra saber que te gustó,Rafa.
EliminarAbrazos
Muy interesante y un buen relato.
ResponderEliminarTe deseo una feliz Navidad.
Un abrazo.
Gracias Amalia. Felices fiestas también para ti.
Eliminarentretenido relato Joaquín
ResponderEliminarlos diamantes siempre son buenos para contar historias
sean en primera participativa o solo como protagonista pasivo
abrazos y mil felicidades
Gracias Elisa. Feliz Navidad y mis mejores deseos para el nuevo año.
Eliminar¡Felices Fiestas Joaquín!
ResponderEliminarGran abrazo.
Gracias Ernesto,lo mismo te deseo.
EliminarSos único
ResponderEliminarUn texto bello
Me alegra saber que te ha gustado Mucha.
EliminarAbrazos
Aunque estoy un poco distanciada del blog, paso para desearte felices fiestas de Navidad y un próspero Año 2018.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Fina.Feliz Navidad para ti también.
EliminarUn abrazo
Un relato muy bueno y de una narrativa excelente, me ha gustado mucho y te felicito.
ResponderEliminarAprovecho para felicitarte la Navidad Jero.
Un afectuoso abrazo.
Gracias María José. Felices Fiestas navideñas y un próspero año en todos los aspectos también para ti.
EliminarAbrazos.
Me gusta tanto tu prosa como tu poesía. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarTe deseo feliz Año Nuevo y Felices Fiestas. Con mi abrazo y cariño.
Gracias Julie.Feliz año también para ti,amiga.
EliminarGracias por tus buenos deseos, colega. Los mismos de mí para ti.
ResponderEliminarHermosa narración . Delata tu actitud y condición de poeta.
Mi abrazo
Gracias Socorro.Abrazos
EliminarComo decimos por acá, un cuento bien jalado, en ese campo de la narrativa del suspenso, en ese tono de Carpenter, o Le carre. Un perfecto thriller, adobado de acción y sentimiento. UN abrazo, y mis respetos, maestro Joaquín.
ResponderEliminarCarlos
Gracias Carlos,me encanta que te ha haya gustado.
EliminarAbrazos
¡¡Que buena historia !!
ResponderEliminarTe felicito. Es una historia digna de una pelicula, ha sido un placer leerla.
¡¡MUCHAS FELICIDADES Y UN BELLO AÑO NUEVO!!
mariaroa
Viniendo de una experta en relatos como eres tú,es un placer doble,María Rosa.
EliminarFeliz año también para ti,amiga.
Me ha encantado tu relato Joaquín, me encanta todo lo que tenga algo de intriga. Deseo que tengas un feliz 2018.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra saberlo Conchi.
EliminarFeliz año también para ti.
Querido amigo, este relato merece ser el comienzo de una novela,¿por que no te animas y sigues?.Con mis mejores deseos para ti y tus seres queridos en éste año 2018 y siempre. Un Gran abrazo
ResponderEliminarAlguna vez lo he pensado,sí.Tal vez me anime.
EliminarQue tu año sea también maravilloso,Enca.
Un fuerte abrazo.
Hermoso!
ResponderEliminarAmar como un colegial, siempre es sublime!
Un fuerte abrazo querido Joaquin y todo lo mejor para este flamante 2018.
Gracias Adriana,mis mejores deseos también para ti.
EliminarEncontró dos diamantes, el beso de ella, y su lágrima en el bolsillo...
ResponderEliminarComo en una de gánsters, recreaste ese ambiente de novela negra, persecuciones, y la chica del malo por la que todos se sienten atraídos y no es de nadie.
Un beso, mi querido Joaquín.
Así es Eva,encontró dos diamantes.
EliminarMe gusta ese tipo de mujer fatal,suelen ser seres libres en el fondo.
Abrazos